Este verano se caso mi mejor amiga del mundo. Fue un día súper especial. Con nuestros momentazos bonitos, con muchas lágrimas de felicidad, sonrisas, mucha fiesta… Eso, un bodorrio en toda regla.
Ayer mismo mi amiga me llamaba nerviosa, la habían avisado de que podía pasarse por el estudio a darle una primera visual a las fotos y yo tuve la suerte de que me pidiera que la acompañase ya que su chico estaba fuera por trabajo.
Íbamos nerviosas y esperando encontrarnos con una galería llena de momentos genial. Y a los pocos minutos ambas nos dimos cuenta de que algo no iba bien.
Las fotos eran todas magníficas, tomadas con un gusto exquisito. Pero es que allí donde yo, u otra invitada entradita en carnes, salía habían dado uso de photoshop descaradamente.
Me eliminaron papada, me bajaron algo así como tres tallas de vestido… Bueno, es que las dos nos mirábamos y llegó un punto que foto en la que yo salía, foto de la que nos descojonábamos.
Unas veinte fotos después no nos pudimos callar más y mi amiga les preguntó a qué venía aquella obsesión porque todo el mundo fuese delgado en su boda. Ellos llegaron a negar que fuese tan evidente y yo solo pude sñalar una foto en la que, según ellos, salía yo y preguntarles si lo decían en serio.
Ojo, no me cabreé, hacía tiempo wue no me reía tanto de la tontería humana. Lo que realmente me preocupa es el descaro y que a día de hoy haya gente empeñada en vender que lo bonito es lo delgado y lo gordo sobra.
Que se metan el photoshop por el culo ya.