Era la típica fiesta de fin de verano: barbacoa, tortilla de patatas, solecito de este que ya no quema… todo muy agradable y maravilloso. Y eso se juntó con que yo me iba del trabajo y mis compañeros aprovecharon para hacer de esa fiesta mi despedida. Total, que uno de mis amigos del trabajo se acababa de mudar a un maravilloso ático con vistas al mar y dijo de hacer la fiesta allí.
Cuando estamos en lo mejor de la fiesta, es decir, el alcohol, me doy cuenta de que el compañero de piso de mi amigo no para de tontear conmigo. La verdad es que era muy guapo, muy simpático y tenía mucha labia. Vaya, que lo tenía todo. Y fui a casa con un ciego del carajo y con su número de teléfono. Empezamos a hablar por WhatsApp, a decirnos todo lo que nos íbamos a hacer online hasta que en unos días quedamos e hicimos realidad todas nuestras fantasías. Follaba tan maravillosamente que no me creía que había agarrado a un tío así.
Hasta que otro día, al par de semanas, volvimos a quedar y yo tenía la regla. Él me dijo que le daba igual, y yo pues adelante. Hasta que llamaron al timbre. Era la novia del chaval, de la cual yo desconocía su existencia. Os podéis imaginar la escena. Y ya no es que solo nos pillase en un momento algo incómodo, es que cuando llegó estaba todo el sofá manchado de sangre.
Al final, con la novia gritando e insultando, el otro escondido cual perrillo asustado y yo sintiéndome en medio de una telenovela, cogí mi ropa y me largué, dejando el sofá que eso parecía la escena de una peli gore.