Relato erótico «Diosa Empoderada»

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  • Alba Orta
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    Alba Orta on #701657

    Llevaba una mala racha. Una racha fatal. Había trabajado todos los festivos, las comidas familiares, los regalos, las compras… Todo un caos y estrés que se iban acumulando en mi cuerpo. El sexo para mi había pasado a un segundo plano, y sin quererlo, a un tercero, y a un cuarto… Llevaba varios meses de austeridad casi absoluta. Había renegado de las apps por una buena temporada, imagino que, como todas, debido a decepción tras decepción. ¿Pero sabéis aquello de que cuando menos usas algo, menos lo necesitas? Pues mi libido por lo visto, también había renegado. Decidió irse de rositas sin aviso. “My little moments” se esfumaron también junto al sexo como una tapa de croquetas. Ya casi no me tocaba, mi cuerpo no me lo pedía. Y cuando lo hacía, me tocaba y era como rascarse el codo, nada. Cero. Tenía que hacer un sobreesfuerzo, miraba videos como si fueran noticias, o leía relatos como el que lee el periódico. Y puede que finalmente lo consiguiera, pero me costaba un mundo, y los vibradores y satisfayers quizás consiguieran un orgasmo mecánico. Pero mi libido natural no estaba.

    Así que decidí que era el momento, mi ritual de apareamiento.

    Cuando la loba siente el instinto de caza, y los instintos más bajos y sucios resurgen. Reconectar con mi perra en calor. Sentirme deseada, y la más guarra. Como cuando me ponía mis leggins más ajustados y trasparentes en el gym, o cuando dejaba correr la brisa veraniega entre mis piernas y mis labios, en la playa nudista, alterando a todo el personal, y dejándome admirar… Ay el veranito…

    Así que empiezo con una ducha caliente y todas mis cremas, luego me calzo mi arsenal de lencería más sexy, lentamente, sintiendo el tacto de las medias de rejilla, la seda del corsé, pintando el límite de mis labios, y mi cuerpo ya se va calentando a sabiendas de lo que sucederá después. Unos tacones, unas orejitas, el perfume caro.

    La diosa ya está ready, y la salsa en su punto. Empiezo con una buena sesión de fotos y videos, poses extrañas y movimientos rítmicos. Ajusto la luz, la música, todo a su tiempo, sin prisas. Me imagino rodeada de hombres babeando por tocarme. El calentón va subiendo, y tengo algún escalofrío.

    Y las envío. Las envío directamente a tres víctimas elegidas para el sacrificio. Sin conversación.

    Quiero que sus ojos se peguen a mi terso y enorme culo, y como zombis sin cerebro vengan directos a recoger su premio.

    Al rato un fiel esclavo contesta. Llega en 1 hora. Limpio la casa un poco, me fumo un cigarro, y espero, a lo Sara Montiel, mientras me voy rozando con las medias. Cuando llega, le recibo tal cual solo tapada con un batín. Le encanta. Nos besamos apasionadamente en el pasillo durante un rato hasta que noto su fervor clavado en mi cadera.

    Le pido que, por favor, que estoy muy estresada, necesito un masaje completo. Que se desnude y utilice los aceites. Ya sabe qué debe hacer.

    Me tumbo boca abajo y el encima mío, empieza por el cuello, los hombros y la espalda. Me relajo, respiro profundamente y siento sus manos, y su piel suave y caliente, frotándose contra mí. Luego sigue con los pies, entre los dedos, las pantorrillas, y va subiendo por los muslos, estrujándomelos y estirando las manos hasta mi culo. Sus dedos van profundizando más, y sus pulgares van acariciándome los labios durante el masaje, estoy muy excitada.

    Me agarra las nalgas, las abre y cierra, las chasquea y masajea, me siento expuesta y ya estoy palpitando, mojadíssima. Poco a poco acerca su cara y siento su aliento en mi húmedo coño, su nariz. Saca la lengua y muy despacio prueba el sabroso manjar, se me escapa un leve gemido, entonces entierra la cara lentamente y sigue lamiendo y succionando deliciosamente bien. Tremendamente bien. El placer es inmenso y me recorre por todas partes, hasta que no aguanto más y estallo intensamente a los pocos minutos, y quedo exhausta.

    Pero él me agarra de las caderas y las levanta suavemente, hasta dejarme como perrito y chorreando, estoy tan mojada y caliente que aun deseo más. Tan mojada que cuando me penetra es como cortar mantequilla, siento la presión de su miembro dentro de mí a pesar de todos los jugos. Y empieza su vaivén lento, cómo bachata, pero cada vez con más intensidad y más fuerza. Me embiste con más rapidez durante unos minutos, hasta que escucho su gemido final, y agotado, cae rendido sobre mí, y entre alientos y caricias, nos dormimos.

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