¡Hola bombones!
¿Conocéis la frase “quién escupe al cielo en la cara le cae”?
Pues bien, a mí me pasó con los militares.
Llevo criticando toda mi vida a ese gremio hasta el punto de decir que jamás tendría nada con uno.
Inocente de mí.
Estaba de fiesta con unas copitas encima tan tranquila cuando de repente un maromazo alto, moreno, fuerte y pelo rapado se acerca a mí persona y se presenta.
Enseguida me cuenta que por motivos de su profesión estará poco tiempo aquí y que le llamé la atención. Intento torpemente averiguar a qué se dedica, y me suelta que es militar de la armada, un jodido marine.
Nos dimos los teléfonos y quedamos en que al día siguiente por la noche lo iba a buscar en mi coche para irnos a un lugar apartado jiji
De camino a buscarlo tenía en mente mi idea de cuánto había criticado yo a los militares, pero tenía unas ganas enormes, ¡entonces para adelante!
Una vez puestos al lío me dijo que trajera tres preservativos, y vaya si los usamos. El problema vino cuando en el tercer polvo se rompió el condón, nos miramos, pero estábamos tan calientes que decidimos continuar.
Y bueno, lo que viene después no es nada nuevo, nos vestimos en el coche como medianamente pudimos, lo dejé en su hotel y yo volví a mi casa.
Durante las dos semanas siguientes me empecé a encontrar rara: me dolía al hacer pis y tenía dolor en la parte baja del abdomen. Total, que fui al ginecólogo y… (redoble de tambores) ¡¡Clamidia!!
Al momento me recetó antibióticos y avisé a Faustino, (llamémosle así). En cuanto me curé (él también se curó), seguimos quedando, evidentemente con protecciones, muchas protecciones, por si acaso.
Al mes se marchó y yo no volví a escupir más al cielo, que luego te viene con sorpresa.