Buenas weloversizers.
Vengo a amenizaros la cuarentena con un follodrama que tuve la mala suerte de vivir hace ya unos cuantos meses.
Yo acababa de salir de una relación larga con alguien de quien había estado muy enamorada. Me pasaba los días llorando y arrasando con los helados de Mercadona hasta que decidí hacerme Tinder para que un buen polvo me quitase la tontería. Poco sabía entonces de la que se me venía encima.
Conocí a un chaval que me convenció. Alto, con su barba, morenazo y gracioso, mucho. Pensé: esta es la mía.
Quedamos, nos reímos y nos emborrachamos. Yo estaba divirtiéndome y no me apetecía parar, así que le dije que subiera a casa.
Allí la cosa cogió carrerilla rápido y el chaval, ante todo sinceridad y deportividad, me comió el coño como los ángeles. No quiso que yo hiciera lo propio, y aunque me extrañó y me pregunté si era un animal mitológico, no iba yo a quejarme de semejante milagro. Así que fui muy dispuesta a ponerme encima y darle al tema cuando me dice que no, que no, que pare, que le duele.
¿Qué?
Hasta donde yo sé mi vagina no es una planta carnívora.
Me debió ver la cara de no estar entendiendo ni la tabla del uno, así que se apartó muy compungido y, después de pensar en silencio, me dijo:
– Es que me he hecho daño en la polla y ahora me duele.
Yo pensé «¿cómo?» Y debe ser que también lo dije en voz alta porque lo siguiente que escuché fue:
– Que soy adicto a las pajas y de tanto darle pues me la he destrozado, tía.
No me lo podía creer. Yo ahí, cachonda, desnuda, y el otro confesándome su adicción a darle a la zambomba. Quise desaparecer en ese mismo instante, pero yo de buena siempre he sido gilipollas y me dio pena. Así que me vestí más incómoda que Maradona en un control de drogas y hablé con él un rato sobre cómo se sentía y si había buscado ayuda antes de decirle que se fuera de mi casa.
Cuando me desperté al día siguiente me encontré con un mensaje del chaval diciéndome que me había mentido, que no era adicto a las pajas. La verdad era que la semana anterior se había follado a una bestia salvaje que le había mandado la polla directa a enfermería, pero le dio vergüenza decírmelo.
Hombres del mundo, tengo algo que deciros: cualquier verdad, por dura que sea, será siempre mejor que una mentira como esa.
Fue un retorno a la soltería apoteósico. Y yo no he vuelto a hacer una paja. Traumas que se le quedan a una, chica.