¡Buenos días, chavalería!
Vengo aquí a contaros cómo mi primera cita de Tinder para olvidar las delicias pasadas de mi ex se ha convertido en un auténtico bumerán con ciertas o muchas dosis de psicodelia.
Veréis. Yo me abrí Tinder hace una semana por aquello del clavo que saca a otro clavo y por pasármelo un poco bien sin muchos dramas. Mi ex novio me dejó hace un tiempo y aunque ya empiezo a remontar reconozco que una de las espinitas que me dejó fue que follaba como un auténtico titán, con él tuve el mejor sexo de mi vida y me volvía auténticamente loca. Absurda de mi, pensaba que una simple cita de Tinder, sin responsabilidades posteriores y con el tema de las mariposillas de la primera vez con alguien podría asemejársele.
Bueno, pues así que quedé con un chaval muy majo, con la carita preciosa, con el que hubo ‘feeling’ desde el primer momento y las cosas claras: no queríamos nada serio, solo unas cervezas, unas risas, sexo y pasarlo bien un rato. ¡Estupendo! Así que quedamos, nos vamos a un bar, empezamos a hablar y bueno, a ver, al principio a mi me estaba encantando; claro que había cosas que me rechinaban un poquito como que hablaba muchíiiiisimo, no paraba de interrumpir y me contaba unas historias un poco rarunas como para darse el pisto, pero oye, como dice aquel, a caballo regalado no se le mira el diente, ¿no? Total, era majo en el fondo y además lo que se suele llamar un aliado: se pasó minutos hablándome de lo malo que podía ser el porno para los chavales más jóvenes que sin experiencia se acercasen a él y pensasen que se podía tratar a una mujer así, bla bla, que si no entendían que las relaciones consensuadas, bla bla…
Bueno, pues evidentemente al final hubo caidíta de Roma, por supuesto.
Y de qué manera…
Y DE QUÉ MANERA.
Pero para mal.
De la que estamos yendo a mi casa ya empiezo a oler a chamusquina. Empieza a decirme que quizás me voy a asustar, que es que él le mete mucha caña al sexo, que le da mucha potencia que… a ver, alma de cántaro, que yo ya voy de vuelta y media, que de qué me voy a asustar, y además que las cosas se demuestran, no se avisan. Pero lo del caballo regalado y tal. Pues nada. Previamente me hace ir hasta el coche para coger las cosas que había traído para dormir y acabamos en mi casa beso va, beso viene, pim pam, la cosa no es para tanto de potencia, la verdad, normalito pero bien, y entonces, en pleno subidón de placer, me suelta…
«¿Te puedo dar por el culo?»
¿Cómo?
«Por el culo, ¿lo podemos hacer?»
¿Perdonemelón? NO.
A ver que no se me confunda eh, que una es muy liberal y no sería la primera vez que deja a muchachetes jugar por la puerta de atrás, pero, llamadme tradicional, IGUAL A LOS DIEZ MINUTOS DE EMPEZAR A FOLLAR POR PRIMERA VEZ NO ES EL MOMENTO DE PROPONERLO. Pues le digo que no, que eso se lo tendrá que ganar, que ya veremos a lo largo de la noche (bastante diplomática fui). El chavalito va y se para, baja a «comerme el coño» (a mi sinceramente no me apetecía porque ya estaba yo con otra cosa en mente, pero bueno, si le hace ilusión…), da una discreta lamidita y ZAS, lo descubro lamiéndome por detrás.
PERO QUÉ HACES, PAVO.
Le hago subir y volvemos al tema, MENOS MAL. Empieza a preguntarme que si me había dado cuenta de que me había lamido el culo. TOMA, NO, VERÁS. Mi culo, una obsesión. Empieza a querer cambiar de postura cada cuarenta segundos. Una desazón, ni que fuera yo a correr una maratón. De repente, en medio de estas, descubre que la sábana está mojada y frena en seco el pimpampum.
«Mira»
¿Qué miro?
«Toca aquí»
Sí, ya.
«Así que te corriste».
Eh, no, bueno, eso es de antes de…
«¿Alguna vez salpicas cuando te corres?»
¿Perdón?
«Hazlo ahora».
Espera, espera, que te hago un squirt a la carta, hombre, claro que sí.
En fin. Acabamos el primer polvete, llega el repartidor con un par de hamburguesas que habíamos pedido y el tío que no se mueve de la cama. Yo no sabía cómo decirle que si cenábamos, por favor. Le digo que si nos levantamos y me dice: espera, que ya casi estoy para otro. PARA OTRO QUÉ. Pues sí chicas, que con las hamburguesas enfriándose y mi mente aun intentando racionalizar lo que estaba pasando, el tío quería volver a la carga. Bueno, vale, pues volvemos. Pim pam, me doy la vuelta para agarrar un condón, OS JURO QUE NO PASARON MÁS DE DIEZ SEGUNDOS, me doy la vuelta para ponérselo y me lo encuentro, ahí en pelotas y con toda la cosa más dura que una piedra, ESCUCHANDO AUDIOS DE WHATSAPP.
Pero qué cojones.
Evidentemente en ese momento yo empiezo a arrepentirme de haberle invitado a pasar la noche en casa e irremediablemente me acuerdo de mi ex y de sus polvos cósmicos. Advertir que en ese momento llevaba varios días superando la ruptura como una titana incluso a pesar de que él cada poco haya estado volviendo a querer contactar conmigo en redes, aguantando como una campeona, resulta que supuestamente el polvete de Tinder iba a ayudarme a seguir superándome a mi misma y PUMBA, TODO SE DERRUMBA. Por supuesto en el momento en que todo esto ocurre el hasta hacía una hora tinderazo comienza a pedirme cambiar de postura y a dar vueltas sobre el tema mi culo. Madre mía.
Pues bien ladies, mucho se me debió notar la incomodidad en la cara o algo, no se, porque de repente al acabar el tio se levanta, se pone a vestirse y empieza a agendarme la semana. Que trabaja hasta no se que hora así que «SI QUIERES VERME, a partir de las tal estoy disponible»
AH, ESPERA, QUE ENCIMA ME ESTÁ HACIENDO UN FAVOR.
Pues ahí que se salió de mi casa con su mochila como alma que lleva el diablo -imagino que ofendido por no haber podido tener acceso trasero a este cuerpecito de pollo a la primera- y dejándome su hamburguesa sobre la mesa del salón.
He vuelto a caer como una imbécil escribiéndole a mi ex y extrañándole. Pero, oye…
… al menos ya tengo resuelta la comida para hoy.
MENUDO CHASCO!!!!!!!!!!!!