Mi vida era la del camino que hay que seguir, siempre me consideré feliz, que hacia lo que quería cuando quería. En todo momento dije que si no quería estar con mi marido, se lo diría desde el minuto uno. Sin dudar, en aquel momento habría dicho a cualquiera que era fuerte y que nada me desestabilizaria.
No contaba con que tú aparecieras, así con tu mirada de telenovela, y tu sonrisa de modelo. Nunca he sido de fijarme en detalles físicos, pero es que eres capaz de hipnotizar mirando.

Y conmigo lo conseguiste, no se si lo pretendías pero de la noche a la mañana me sorprendí mirándote más de una vez, y sonriéndote, lo mejor, o lo peor, aún no lo sé, es que si me pillabas, me devolvías las sonrisas, añadías un guiño o un gesto cariñoso.

Estuvimos juntos a solas muchas veces, y la tensión se cortaba, o así lo sentía yo, fueron pocos fines de semana pero no te hizo falta más, me descolocaste, me rompiste los esquemas, me hiciste ver que todo en lo que yo creía se tambaleaba, incluso con miles de kilómetros por medio te sentía, necesitaba escribirte, saber de tí, cualquier chorrada me servía de excusa, y mil mariposas esperaban impacientes tu respuesta para tirarse a vibrar dentro de mí, ocurría una vez al mes pero eso le daba sonrisas hasta la siguiente vez. Ya no quería estar con mi marido, pero no tuve valor de decirlo, él no me sacaba ese brillo en los ojos al imaginarte.

Obviamente, a tí nunca te dije nada, imagino que lo notarías por mi sonrisa incesante al hablarte, aunque todo podían ser imaginaciones mías, porque lo mas cercano a lo que yo veía, por tu parte, eran dos motes cariñosos y unos besos en la comisura de los labios, que a mi me habían parecido eternos, miradas que para mi hablaban, pero la mente a veces juega malas pasadas.

En la siguiente vez que nos vimos ya decidí poner tierra de por medio, mi vida no podía cambiar así, si te había visto 10 veces, me prometí a mi misma no hablarte más, así que me alejé, solo te respondería a los mensajes por cortesía y no pensé que me escribieras, ya creía que lo iba lograr, cuando apareció tu mensaje.
» Hola, ¿cómo estas?»

Quise odiarte, pero solo supe sonreír e imaginarte al otro lado del teléfono.