Hola a tod@s!!!
Recurro a vosotr@s nuevamente ya que hace algunos meses compartí un problema bastante serio que me atormentaba (relacionado con un desorden de la alimentación) y la acogida fue cálida, respetuosa y proactiva (gracias por ello).
Allá voy.
Llevo con mi pareja poco más de un año y medio, los últimos 6 meses conviviendo. Él es absolutamente maravilloso: divertido, cariñoso, atento, generoso, y lo que podía parecer un cuento de hadas mientras salíamos, se confirmó al irme con él. Solamente hay un único problema: de vez en cuando se fuma un porrito.
Antes de nada, debo decir que me autodefino como una Flanders. Siempre he sido muy modosita y soy consciente de que con 30 años una debería estar ya curada de espanto, pero no es así.
El caso es que, puntualmente, con algún amigo en casa cuando han quedado para viciarse a la play o ver el fútbol, o algún día de fiesta, cae un porrito. Esto habrá pasado 4 ó 5 veces a lo largo de la relación, lo sé, pecata minuta. También debo decir que se podrían contar con una mano los findes que ha salido en todo este tiempo, él siempre prefiere pasar findes tranquilos familiares (tiene 32).
Soy consciente de que no es motivo para berrinches, pero no puedo evitarlo, es superior a mis fuerzas. Me genera mucha repulsa todo tipo de droga, además, de la preocupación, probablemente fruto del desconocimiento, por su salud. Recuerdo: alerta flanders!
El caso es que el pasado San Juan salió a una barbacoa con amigos, a la cual yo no fui. Y al regresar «confesó» que medio porrito había caido. Entiendo que confesó porque en las últimas discusiones por esto me ha prometido que no iba a pasar nunca más. Y entonces fue cuando le dije que no quería seguir más así.
Después de discutirlo toda la noche, se le escapó «y yo pensando en pedirte que te casaras conmigo…», lo que evidentemente me destrozó porque siempre he tenido claro que era la persona con quien quería un futuro y una familia. Cuando me preguntó mi reacción le dije que la verdad es que le habría dicho que sí. Entonces pasó, se arrodilló y me lo pidió. Y sinceramente, me quedé sin palabras. Porque por un lado apenas 5 minutos antes tenía dudas de seguir con la relación, y por otro, me estaba pareciendo un momento espantoso para pedir algo así. Él mismo lo reconoció, me dijo que había sido una pedida lamentable y que le dijera que no, y que le diera tiempo para hacerlo bonito.
Y la verdad es que ahí acabó todo. No llegamos a zanjar el tema porrito. Y en eso pensaba ahora, tengo la sensación de que fue un último recurso, o cartucho que quemar, para que no me fuera. Por un lado, me parecen palabras mayores a decir, y no a la ligera, ya que en cierto modo ahora tendría que «apechugar» con ello. Pero por otro lado, no puedo evitar sentirme manipulada…