Independientemente de q te cambies o no de autoescuela, la vida te está poniendo en bandeja lo de trabajar tu complacencia y tus problemas con los límites. Haz que lo que consideras mal hecho llegue donde tiene que llegar, o sea, a los superiores del profesor. Va a ser incómodo poner una queja pero te aseguro q tu satisfacción personal por pelear por hacerte valer será impagable. Animo

Pues yo de lo que estoy harta es de alumnos a los que les repites 20 veces las mismas cosas y por un oído les entran y por otro les salen. De que crean que estamos aquí para sacarles una clase tras otra cuando son ellos los que no aprovechan el tiempo viniendo ya predispuestos a que lo están perdiendo.
Harta de que piensen que los profesores somos máquinas, que trabajamos una clase tras otra sin descanso y somos personas con necesidades fisiológicas.
En fin… es lo que hay.

Cambia ya de profesor, o directamente de autoescuela porque con ese profesor no vas a mejorar nunca. Busca uno con el que te sientas cómoda y sientas que puedes mejorar. Te cuento mi caso, yo tuve dos profesores en la autoescuela y, sinceramente, con quien aprendí a relajarme y a conducir tranquila fue con la segunda. Yo empecé con pánico y muchos nervios, más que nada por la responsabilidad de llevar un trasto tan grande como un coche teniendo que estar pendiente de mil cosas a la vez, no distraerme porque podía pasar cualquier cosa… En fin, cosas que se nos ocurren a much@s cuando empezamos (de hecho sigo con bastante respeto al coche y prefiero que me lleven a conducir yo). El primer profesor te señalaba los errores y te enseñaba la técnica en general, sí, pero hacía algún comentario en voz baja bastante desmoralizante, la verdad (por ejemplo, un día pasamos por una calle de subida con varios colegios justo cuando salían todos los niños, había tropecientas personas cruzando la calle por donde no debían y a mí por los nervios y por no querer atropellar a nadie se me caló varias veces el coche, pues oigo al profesor decir algo por el estilo de «qué desastre» en voz baja tras decir lo que tenía que hacer). Eso provocaba que, aunque yo supiera lo que hacer, me bloqueara y no me acordara de los pasos para aparcar, frenar y cosas parecidas. En cambio, con la segunda (porque el primero desapareció del mapa y nunca más nadie supo nada), todo fue mucho más tranquilo. Ella lo decía todo con muy buen humor y mucho salero, y aunque también te contaba cosas de su vida, lo hacía de una forma que, al menos para mí, te distraía de los pensamientos intrusivos que pudieras tener. Gracias a eso, todo lo que ya sabía… Acabó saliendo solo y acabé aprobando a la tercera.