Volver a tener quince años, volver a ver retrasarse tu vida otra vez. Fumarte un cigarro especial con el autoconvencimiento de que puedes culparle a el de el atracón de comida que te vas a pegar a causa de la ansiedad, seguido de las arcadas al verte en el espejo y ver una bola de grasa en vez de una persona. Intentar no vomitar por toda la gente que no quiere volver al pasado. Y levantarte a la una y media de la mañana después de haberte tomado una puta pastilla para dormir que no te ha hecho nada, porque vuelves a sentir los mismos síntomas que había antes: el dolor en el pecho y el no poder respirar, porque las lágrimas que has echado y estás echando ahora mismo, aunque pensabas que no te quedaban más, han vuelto con los sueños en los que te ves sentada en la mesa del instituto mientras te llamaban ballena, y te decían que te afeitases porque el vello de la cara lo tienes decolorado y largo… Y pensar en todo lo que has conseguido tras tocar fondo del todo y estar en ese puto box de urgencias con una sonda nasogastrica metida porque has querido llegar a tu final con diecisiete años. Y ver que has conseguido a gente que te quiere alrededor, un marido que es un solete que ha visto como te apagabas y te encendías varias veces, que te ha acompañado al psicólogo y te ha escondido todos los cuchillos después de verte las heridas que has intentado esconderle. Y tener una coraza que creías tan fuerte que no pensabas pegarte tal ostia, y resultar que era tan frágil. Querer dejar la dieta y el ejercicio que llevas dos meses haciendo, y volver a recuperar los once quilos que has perdido en un mes, porque ya que dicen que estás gorda, que te lo llamen porque de verdad lo eres. Y volver a vestir de negro porque adelgaza visualmente, aunque realmente es porque no quieres que te vean y pasar desapercibida, porque han vuelto las putas paranoias en las que todo el mundo cuando no habla contigo, esta criticándome y diciendo lo gorda que estás, incluso dejas de confiar en tus amigas. Y todo esto porque una cría de quince años me ha dicho gorda varias veces esta semana, no con esa palabra pero ha insinuado que debería vestirme escondiendo mis curvas y disimulando. También ha dicho que no se vestir, que no me arreglo y que soy pobre. Esto es lo que pasamos algunos profesores, y mañana tendré que ponerme la coraza y dar la siguiente clase, no puedo dejarlos tirados, aunque mi cuerpo me pide caer en la espiral de cigarro/atracón/vómito/esconder pruebas/arrepentimiento, y vuelta a empezar. Y me tomaré ahora dos pastillas para dormir seguidas, a ver si con estas no sueño.