Pareció fácil al principio.
Tú, alma libre que no quería ataduras.
Yo, casada en una relación abierta, solo sexo era lo que te prometía.
Y me quemé.
Ocurrió poco a poco, por supuesto, la llama prendió en nuestro primer encuentro, no recuerdo haber volado tan alto y tan rápido con otros que sólo vieron mis labios, tú los leíste, tú los mordiste, tú los hiciste tuyos.
Llegaron las risas, la complicidad, nuestros momentos.
Y me quemé.
El fuego era intenso, entre mis piernas, en mi boca, en tus dedos.
Lo rozaba pero quedaba ahí, en tu cuarto azul, ese en el que entraba y ya no era esposa, ni madre, dónde no había preocupación, dónde sólo era yo, como nunca antes había sido con nadie, dónde tú me llevabas al extremo, al máximo placer, a ahogar mis gemidos en tu almohada. Ese cuarto donde parecía pararse el tiempo o correr muy rápido si había muchas ganas y donde me hiciste sentir tan deseada, tan mujer y dónde tenía el oxígeno que me faltaba en mi vida.
Y me quemé.
Empecé a intuir qué pasaría cuando quise verte cada día, cuando esperaba ansiosa tus mensajes, cuando estaba triste si no los recibía, cuando mientras cocinaba, conducía, paseaba o dormía venías a mi mente y ella volvía a tu cuarto azul.
Y me quemé.
Me lo advertiste, es posible que me vaya lejos, nos llamaremos, seguiremos en contacto.
Y ahí lo supe, ya era tarde, de repente mi corazón ardía, ya no podía imaginar que sería no tenerte devorándome el cuerpo y la mente. En ese preciso momento debí haber parado todo pero no quise hacerlo, eres droga, una muy dura y yo ya estoy enganchada a ti.
Y me estoy quemando,
Porque sé que voy a ser cenizas en semanas o quizás meses, porque aún no te has ido pero sé que esto tiene fecha de fin y que tendré que recogerlas cuando termine de arder la última vez que me hagas tuya.
Y tengo miedo, del vacío, de la nada, de ser sin ti.
No puedo llamarlo amor, no puedo llamarlo solo sexo. No puedo ponerle nombre porque lo que tenemos solo es nuestro, pero lo que sí sé es que estoy ardiendo.
Me quemo un poco más cada día, cada noche y cada encuentro.
Y te irás y yo hecha cenizas tendré frío porque ya no tengo tus besos.