Hace un tiempo conocí a un chico con el que podría tener algo serio, al fin. Después de varios años disfrutando de mi vida, llevaba un tiempo pensando en que me gustaría tener una pareja formal con la que hacer planes y, entonces, apareció él.

Era un chico alto, guapo y atlético. Lo conocí en una discoteca así que, con el ruido, esto fue lo que me llamó la atención de él. Más tarde supe que era atento, detallista, romántico… Cuando llevábamos unas semanas quedando a menudo me dijo que quería contarme algo: Era padre. A partir de cierta edad es más habitual encontrarte con personas separadas, con criaturas… Era algo esperable y a mí no me parecía mal en absoluto. Le pregunté por su hijo y me corrigió: “Hijos”. Esto me sorprendió más, pero quise saber más. Me contó que había tenido una niña con su exmujer cuando eran muy jóvenes y que ahora tendría unos 12 años (no lo sabía exactamente, y eso debería de haber sido suficiente para saber lo que tenía delante). Luego tuvo un niño con una chica con la que había tenido un rollete mientras estuvo viviendo en el Sur y hacía 3 años había dejado embarazada a una compañera de trabajo y habían tenido un niño.

No voy a negar que aquello me olió mal. Que se me hacía un poco extraña la inexactitud de los datos, que nunca antes me hubiese hablado de ellos y la falta de afecto con la que hablaba de las madres de sus hijos. Pero no conocía toda la historia así que le daría una oportunidad. Le pregunté si podía ver fotos y vi cómo entraba en redes sociales para buscar las fotos de sus propios hijos. La primera, la foto de perfil de una mujer donde se la veía con su hija (no estaba agregado como amigo de ella, por lo que solamente podía ver su foto de perfil). La segunda la buscó en su WhatsApp, era una foto de él con un bebé recién nacido (aclaró que era una foto vieja) y la última foto era una captura de pantalla de Instagram donde se veía un niño en la “graduación” de su escuela infantil, con su birrete y su diploma, muy mono, pero más mayor de lo que él decía.

El siguiente fin de semana le dije que, por favor, no dejase de hacer planes con sus hijos por mí, que si tenía que esperar, vernos menos o incluso si quería hacer planes con ellos y conmigo, que no tendría problema. Entonces desató su esencia y me empezó a contar lo locas que estaban sus ex. Que su hija mayor era la viva imagen de su madre, manipuladora e interesada, que solo lo quería para sacarle ropita de marca y que estaba demasiado influenciada por la madre. Por eso no lo quería ver, desde que él se había puesto firme y se había cansado de que solamente fuera a su casa para pedir que le comprase cosas. El mediano vivía por el sur (como único dato geográfico) con su madre, que era una histérica y que había querido vivir con sus padres, pero que él dejó de ir por la actitud del abuelo del niño, que lo había amenazado varias veces y que, por no montar follón, había dejado de ir. De su hijo pequeño me hablaba con un poco más de cariño, decía que se notaba que era hijo suyo, que le veía futuro de “rompe-bragas”. En ese mismo momento un ardor insoportable me agarró el estómago y, conteniendo como pude aquella arcada, me levanté y me fui sin mediar palabra.

¿Un rompe-bragas? ¿En serio? Lo mejor que podía decir de su hijo de 3 años era algo tan burdo, tan horrible…

Me llamó un montón de veces y me envió un montón de mensajes diciendo que no entendía qué había pasado, que si me había agobiado por su paternidad, que no me preocupase, que sí querría tener hijos cuando encontrase a la mujer adecuada y que sabía que esa era yo. El muy cabrón no había entendido nada.

Días más tarde, mi rabia iba en aumento y no podía quedarme quieta, así que recordé el nombre de su exmujer y la busqué en redes, como él había hecho. Le escribí por privado pidiendo disculpas por la intromisión y diciéndole que era una chica que había empezado a conocer al padre de su hija y que creía estarme llevando una impresión equivocada de él y que me encantaría saber más sobre él como padre. A los 30 segundos me estaba enviando su teléfono y pidiendo que la llamase inmediatamente.

Sal de ahí” Fue lo primero que dijo. Me contó cómo le había hundido la vida durante su matrimonio, cómo se había enfadado al saber que el bebé sería una niña… Un clásico. Os juro que hasta el día que me habló de sus hijos no había dicho nada que pudiese apuntar a que fuese  así. Me dijo que su hija (de 14 años y  medio) no lo quería ni ver delante porque la última vez, a los 9, le estuvo diciendo que su madre era un puta. Nunca le pagó la manutención y ella prefirió no pedírsela a cambio de que él no pidiese verla.

Lo más sorprendente de todo fue cuando me dijo que la niña si tenía contacto con sus hermanos. Las otras dos chicas y ella se reunían cada pocos meses para que los niños se conociesen. Su hija estaba muy triste por no poder pasar más tiempo con su hermano porque vivía en Almería, pero que el pequeño y ella sí hacían muchas cosas juntos, pues su madre era un encanto y le permitía ejercer de hermana mayor siempre que podían encajar horarios.

El mediano había sido difícil de localizar y al principio su abuelo tenía muchas reticencias sobre si dejarlos juntarse o no, pensando que aquel tipo tenía algo que ver. Pero al saber cuales eran las circunstancias reales, había llegado a organizar un cumpleaños del peque en su casa donde invitó a las otras dos mujeres con sus hijos.

La madre del pequeño lo había llegado a denunciar por acoso justo antes de saber que estaba embarazada. Retiró la denuncia porque creyó que sería lo mejor para el niño, se equivocó aunque no se arrepintió, pues no estaba dispuesta a pasar por un proceso judicial tan heavy y la orden de alejamiento era ya su propio hijo. Para verlo debía aportar las manutenciones atrasadas, así que no quería saber nada de él.. Al principio le mandaba fotos, pero luego dejó de hacerlo. Solamente tenía contacto con la madre porque le daba pena y le mandaba alguna que otra foto que suponía que acabaría en manos de él, pero no le daba mayor importancia.

Me alegré mucho de ver la unión y el apoyo que se daban entre ellas y más aún me alegré de haber visto su verdadera cara a tiempo.

Con su exmujer llegué a tener cierta amistad, pues al verse rechazado empezó a insultarme (empezó con mensajes de “no eres tan guapa”, luego “ya se veía que eras una zorra” y luego ya sacó la artillería), poco después comenzaron las amenazas y… Yo sí lo denuncié. Ella me apoyó un montón y se convirtió en alguien importante en mi vida. ¡Qué importante es la unión entre nosotras y cuanto me alegro de haber aprendido a dejar de ver a las demás mujeres como enemigas! Ahora estoy orgullosa de poder contar con una preciosa red de apoyo de mujeres fuertes.

 

 

Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.

 (La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).

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