Hoy voy a contaros una de las anécdotas más indignantes que me han pasado en un concierto y mira que me han pasado cosas surrealistas, que hasta me escupió Marilyn Manson (puaj).

Todo pasó en un festival de música rock, el concierto en cuestión era de un grupo de rock industrial muy famoso pero dentro de ese estilo claro, quiero decir, que de todos mis colegas era la única a la que le interesaba verlos así que fui sola.

No es algo extraño para mi grupo de amigxs ir solos a algunos conciertos, ya sabéis que en los festivales suele haber varios escenarios con conciertos a la vez y a veces unxs querían ir a uno y otros a otro y lo que hacíamos era quedar luego en un sitio todxs y ya está.

El caso es que como dentro del submundo eran bastante conocidos pues decidí ir pronto para coger sitio en las primeras filas, conseguí segunda fila, estaba detrás de una pareja de chico y chica muy majos y estuvimos hablando un poco de buen rollo antes del concierto.

Empezó a venir mucha más gente, yo soy pequeñita, pero miraba para atrás y no veía el final, pero como aún no había empezado pues había bastante espacio entre unos y otros.

Como sabéis, la mayoría de los festivales suelen ser en verano y hacía mucho calor, así que aunque iba con pantalones cortos, en el torso solo llevaba la parte de arriba de un bikini.

De repente me llaman tocándome en el hombro, me vuelvo y un chico que parecía ir drogado o borracho o ambas me dice:

  • Hola, ¿eres Mari Carmen?

Y yo me quedé un poco pillada porque mi madre se llama así, estábamos en su ciudad, mi madre también es rockera y dicen que nos parecemos mucho. Pero enseguida pensé que era imposible que lo conociera porque era muy jovencito. Así que le contesté:

  • No, lo siento, te has confundido
  • Ah, es que te pareces mucho, aun así yo creo que te conozco, me suena mucho tu cara
  • Pues tú no me suenas de nada, lo siento.

Entonces empezó el concierto. Al principio todo normal, se apagan las luces, empieza a sonar música y sale la banda. En el momento en que el cantante empezó a cantar hubo una especie de avalancha hacia las primeras filas y entonces noté que tenía dos manos en mis pechotes, una en cada teta. Qué pasa, que las primeras filas estábamos completamente aplastadas contra la valla y yo no me podía mover. Vamos que un tiparraco estaba aprovechando la situación para meterme mano sin mi consentimiento con toda su jeta. Empecé a gritar, revolverme y quejarme como podía pero imaginad la situación. 

Menos mal que el chico de la parejita con la que había hablado antes se dio cuenta y se encaró con el tipo que entonces me soltó y cuando se relajó un poco la presión hacia las primeras filas y pude darme la vuelta vi que había sido el tío rarito de antes. Cuando por fin pudimos movernos, el chico majo de la parejita le dio un empujón y le dijo que se largara. Mientras la chica y yo le insultamos y le mirábamos con todo el asco. El tío no dijo nada y se largó. La verdad que no volví a verle en todo el festival y eso que cuando se lo conté a mis amigxs le querían pegar.

La cosa se quedó ahí gracias a que también hay hombres buenos en el mundo. Pero es una anécdota que no he conseguido olvidar con el paso del tiempo y es que, ¿qué hubiera pasado si no hubiera estado allí esa parejita?

Esto pasó hace años pero me da mucha pena que la cosa no haya mejorado mucho desde entonces. Y no, la solución no es ponerte más ropa como algunos me dijeron. Deberíamos poder ir vestidas como nos dé la gana sin que un desconocido se crea con derecho de abusar de nosotras. Ya vale de culpar a las víctimas.

Sara Navarro