UN SOL QUE SIN PALABRAS HABLA
A la vida no hay que ponerle huevos,
hay que ponerle ganas.
PAU DONÉS
Tenías el amor tatuado en los dedos y a mí me lo dejaste en la garganta para abrazarme si te tarareo. Me lo dejaste entre las cortinas de un cuarto que ha cambiado de peluches y de libros con tus letras dejándose caer de cualquier altavoz. Hace poco hacías bromas por la televisión, diciendo que habías oído por ahí que te estabas muriendo. Y que no tenías miedo. Que nadie podía quitarte lo bailado. Ahora somos todas tus flacas, incluso las que no estamos delgadas ni somos cubanas porque ser tu flaca es una cuestión de amor y no de kilos, las que daríamos lo que fuera un beso tuyo. La vida eterna dura cuatro minutos cincuenta y dos segundos y una vuelta al mundo de la que nadie avisa. Dura una primavera que nunca llega pero que huele a las flores que me has plantado entre la neurona sexta y la séptima del lóbulo occipital del hemisferio derecho.
En tu último vídeo parecía que la vejez te había sorprendido de pronto, como un Benjamin Button recién nacido, sonriendo en una azotea y en un traje que tu carne ya no llenaba. Era un gracias. Tu último vídeo era un gracias. Mi carta para ti también lo es. Ay Pau, te fuiste sin que te pudiera decir cuánto te debo, cuántas noches me he dormido con tu libro, releyéndolo como si fueran los apuntes de mi asignatura favorita. Me muero por aprenderte. Por aprender a vivir como tú lo hacías. Hay titulares mal escritos por ahí que dicen que después de cinco duros años, te ganó la batalla el cáncer. Contra las enfermedades no se pierde, simplemente hay un día que sucede lo inevitable. Te tocó un martes de junio. “Tengo cincuenta palos y sigo soñando” habías dicho tres años antes. Y alguien así, Pau, es una victoria a la muerte incluso muerto.
Todo depende de cómo se mire, todo me parece bonito, todo lo que me das es mucho más de lo que nunca he merecido. Y no, no me sonrojo si te digo que te quiero y que me dejes o te deje eso ya no me da miedo, tú habrías sido, sin dudarlo la más bella, de entre todas las estrellas que yo vi en el firmamento.
Descansa, Pau. O haz lo que te dé la gana que es lo que has hecho siempre. Y gracias. Gracias por dejarme el amor en la garganta, como un Sol que sin palabras habla.