Lo que os voy a  contar es 100% real. Hasta hace un año yo era la típica que se reía de los follodramas que publicábais pero que nunca tenía nada que contar. HASTA AHORA. Preparaos, porque aquí viene la manteca, nunca mejor dicho.

Resulta que el año pasado me fui de Erasmus a Finlandia. Un sitio precioso, pero mucho frío. Como el idioma lo llevaba regular decidí bajarme Tinder y probar suerte en el amor (o el follisqueo puro y duro) en eso de los interneses.

Después de descartar a los típicos tíos con fotos posturetas con perros, haciendo deporte o un libro de Freud que no habían leído nunca, encontré a uno que prometía darme lo mío y lo de mi prima.

Y vaya hombre. Alto, fornido, rubio, más blanco, eso sí. que la teta de una monja. Y con unas pequitas adorables que me daban ganas de estrujarle la cara.

Decidimos quedar en un pub a tomar cerveza y cenar alitas de pollo a la barbacoa, así que yo estaba en éxtasis como santa teresa, porque entre la cerveza, la barbacoa y la empotrada posterior, la cosa prometía.

Cuando ya a los dos el inglés nos chapurreaba le comenté sutilmente que si quería venir a mi casa (aka piso compartido) a tomarnos la última y mi vikingo particular dijo que sí.

Nos pasamos la mitad del viaje en autobús nocturno comiéndonos los morros y quiso el destino que mis compañeras de piso no estuvieran en casa cuando llegamos (es lo que tiene el Erasmus) porque no sé si entramos nosotros o una estampida de Búfalos en el salón.

Para ser justa tengo que decir que el chico CUMPLIÓ con creces mis expectativas y que vi las estrellas un par de veces. El drama viene cuando le digo que se puede quedar a dormir si quiere y OJO que en mitad de la noche escucho un ruido raro, enciendo la luz y me veo al que hasta unos segundos antes me parecía un dios celestial recién salido del Valhalla, DE CUCLILLAS y CAGANDO en una bolsa del Lidl que tenía en mi habitación.

WHAT?

Entre la conmoción, las cervezas y que estaba medio dormida pensaba que estaba soñando, pero no, amigas, no. Al muchacho no se le ocurrió nada mejor que cagar en mitad de la noche EN MI CUARTO, en una PUTA BOLSA de supermercado porque no sabía dónde estaba el baño y no quería despertarme. ¿Con qué pensaba limpiarse el culo, con la funda de mi almohada? Prefiero no saberlo, la verdad.

Como os podréis imaginar, cada vez que entro en Lidl, me entra fatiga.

 

Anónimo

 

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