Rutina, horarios, obligaciones, horas extra, cansancio… La monotonía te supera en muchas ocasiones, sabes que necesitas algo más, necesitas ese punto de adrenalina que te haga sentir cosquillas en el estómago. Esa maravillosa adicción que te hace sentir viva y plena. Conectar.

Te levantas, vas al trabajo o estudias, el día pasa y te encuentras a ti misma metida en la cama para dormir, sin haber tenido tiempo de hacer algo por y para ti. Esas cosas que, por pequeñas que sean, te hacen feliz. Pasan los días y las semanas, luego los meses y te das cuenta de que te dedicas a sobrevivir porque no te queda más remedio. Pasas por tu propia vida sorda ante lo que te gusta, simplemente porque no tienes tiempo para pararte y escuchar.

En tu calendario, vas tachando días hasta el momento en el que la liberación suprema arrase con tu vida y te apartes de todo lo que te distrae de mimarte a ti misma. Esas ansiadas vacaciones, que todas las personas esperan como si fuesen un fenómeno astronómico de esos que pasan cada cientos de años y que solo unos pocos afortunados alcanzan a ver. Lo vemos como algo mágico, algo que necesitas, por eso hay que aprovecharlas. Por ahí se dice que no hay nada mejor que irse de vacaciones sin compañía. ¿Sabéis qué? Que si lo piensas un momento, tienen razón.

Coge un globo terráqueo, cierra los ojos y gíralo con fuerza. Coloca tu dedo en un sitio al azar y descubre qué maravilloso destino te ha sido asignado de forma aleatoria. Mete tus cosas en una mochila o en una maleta, y vete a descubrir el mundo. La mejor forma que tienes de escucharte es no tener más voz que la tuya propia para guiar tus pasos. Imprégnate del lugar, de su cultura, de su gente y descubre cada pequeña parte de ti que habías olvidado. Sin distracciones, sin quejas. Ve al lugar que quieras y quédate en él todo el tiempo que te apetezca. Siéntate a ver el anochecer, párate a escuchar a ese cantante callejero que te pone la piel de gallina, mira a tu alrededor y descubre cuánta vida hay en cada parte del mundo. Aprende quién eres y qué te gusta hacer.

Hazlo al menos una vez en la vida, porque el aprendizaje que puedes adquirir es incalculable. Sin más preocupaciones que tú misma, porque no está mal que te pongas en primer lugar. No está mal querer centrarte en ti misma. No solo romperás con la monotonía, sino que aprenderás a verla de otra forma. Te habrás enriquecido lo suficiente como para comprender que la vida son etapas y que cada una de ellas es única e irrepetible.

Como una vieja amiga me dijo alguna vez, las mejores vacaciones son aquellas en las que haces lo que te apetece cuando te apetece, aquellas que te hacen un alma un poco más libre.