Te levantas un buen día por la mañana, te das una ducha, y de repente… uff,  sientes algo ahí. Miras , remiras…y efectivamente, un bultito que no estaba, una verruguita, un flujo que no es el habitual… y cunde el pánico.

Estimadas lectoras (y lectores), quizá el contenido de este post no sea de lo más agradable y buenrollista que existe, pero es muy posible que a algún@s de vosotros os resulte bastante útil si os habéis encontrado en alguna de las situaciones que a continuación describiré…

Como dermatóloga, y concretamente en una faceta de nuestra especialidad como es la venereología, me llegan a diario personas en situaciones que generan mucha angustia y mucha ansiedad en aquellos que de repente se enfrentan con las innombrales y temidas (oh dios mío) enfermedades de transmisión sexual. Temidas sobre todo cuando estas aparecen en uno mismo.

Y lo malo no es sólo el malestar físico y psicológico que ello conlleva (porque tener una enfermedad, de cualquier clase, no es agradable, pero tenerla “ahí”, es especialmente desagradable) sino otra serie de factores asociados, como el pensar en culpables o no culpables, volverse loco recapacitando sobre lo que uno ha hecho o dejado de hacer, pensar quién o a quienes tengo que llamar para comunicarles la fatídica noticia, etc, etc…

Y por si todo esto no fuera suficiente, queda el desagradable trámite de acudir al médico (previo paso por la farmacia o el amigo “que también lo ha tenido”)

Además de todo esto, hay médicos y médicos, y ya no es sólo decidir entre cabecera, urólogo, ginecólogo y dermatólogo… sino que muchas veces hay opiniones y formas de actuar muy dispares entre ellos. Conclusión: cuando me llegan pacientes a la consulta de ETS, muchos  vienen confusos y otros tantos acojonados.  Me han llegado a contar a veces, reacciones y actitudes muy desagradables por parte de algunos médicos, que como es lógico, hacen sentir muy mal al afectado en cuestión.

En mi opinión personal, que no será mejor ni peor que la de cualquiera, no soy partidaria de términos como promiscuidad (quién define eso?) ni tampoco de culpabilizar al paciente ni de fomentar el mal rollo que ya de por si trae una persona que tiene un problema y viene angustiada. Yo personalmente opto por informar, tranquilizar y curar cuando es posible, y en la medida de lo posible, y por eso también creo que es necesario hablar un poco de estos temas de una forma más, digamos, relajada…(sacarlos del armario vaya, que a todos nos ha pasado o nos podría pasar en algún momento)

Y una vez dicho esto, pasemos al meollo de la cuestión.

En próximos post me gustaría comentar algunas de las situaciones más frecuentes que ocurren en la consulta. Evidentemente esto no es un consultorio médico, y desde aquí os animo a que si tenéis algún problema de esta índole que os preocupe, acudáis al médico de cabecera o al dermatólogo, que es el especialista en enfermedades venéreas. En la comunidad de Madrid hay centros donde os atenderán sin cita en el mismo día, que es la mejor forma de hacer un diagnóstico y tratamiento correctos. Y sobre todo, utilizar el sentido común…es mejor protegernos que asustarnos después.

Autor: Beatriz Castro, médico dermatóloga