Roberto  es comercial en una gran empresa que colabora con la nuestra, trabaja con muchos de nuestros técnicos y llama muchas veces. Su voz, no sé bien ni cómo definirla, como una ola que te tapa llenándote de pura serenidad, como un trago de un buen licor que te deja la garganta placenteramente áspera. Que coño, tiene voz de empotrador, de tío grande, fuerte, seguro y cerdo.

 

Al principio todas estas paridas me las montaba yo en mi cabeza solita, sin comentarlo con mis compañeras, pero un día, no recuerdo bien cómo ni por qué alguna lo dijo en alto y la caja de Pandora se expandió en su más amplio sentido.

Todas pensamos igual, que esa voz nos ponía muy malas y que necesitábamos más datos sobre Roberto. Nuestras fantasías cada vez volaban más alto y libre. Hicimos mil elucubraciones, por el tono pasaba de los cuarenta, pero fijo que se cuidaba mucho y no los aparentaba, llamaba desde el norte, con lo cual nuestro retrato robot era de un morenazo alto y con rasgos marcados, evidentemente le hicimos jugador de paddle y hasta le metimos en una trainera los fines de semana. Ya el aburrimiento y la ida de olla era tal que fuimos capaces hasta de asignarle unos vinos favoritos cuando salía de bares, una gran película.

Muchos comerciales y proveedores pasaban de visita por nuestra oficina a reuniones y presentaciones, pero con él  no se daba nunca esa casualidad y a pesar de que por teléfono empezamos a vacilar Roberto un poco más, tampoco era plan de hacerle el tercer grado sin razones profesionales.

Un día, sin venir a cuento, alguna preguntó a uno de los veteranos de la empresa, y nos contó algo así como que estaba divorciado y tenía una hija estudiando aquí al lado, que alguna vez había venido de visita y se había quedado en un hotel cercano a las oficinas pero que nunca había querido subir a conocer personalmente a nadie. Lo cual nos llevaba a pensar que era un tío misterioso y con personalidad que no se andaba con gilipolleces como el resto de pesados vendehúmos, nos seguía volviendo locas a todas con esa voz de malote castigador.

Seguíamos intentando ir más allá y una mañana le preguntamos por qué nunca venía por la oficinas, salió por la tangente, como el tío inteligente que tenía pinta de ser,. pero nos dijo algo así como en dos meses venía a ver a su hija, y fue él quien sugirió tomarnos un café. Al fin íbamos a desvelar el misterio de la voz misteriosa, como fuera y la que fuera, pero íbamos a conocer a Roberto y su voz.

Tan embobadas estábamos con esa voz que a ninguna se nos ocurrió stalkearlo en LinkedIn, por ejemplo, hasta que a una se le encendió la bombilla. Conseguimos sus apellidos, porque hasta entonces era Roberto la voz y punto, y nos metimos a cotillear un poco. No podía ser, era imposible, ver su foto en la red social fue el momento más penoso y frívolo de nuestra trayectoria profesional sin duda alguna. 

Era un señor normal, gafas feas de pasta que no le favorecía nada, calvo, pero no de una forma sexy sino de una forma de señor mayor, cara redonda y ojos como de perro pachón, camisa simple y nada glamourosa, Christian Grey no hubiera usado eso ni para trapos para el helicóptero. 

Lo más gracioso fue cuando volvió a llamar, éramos incapaces de asociar esa voz de polvazo inolvidable con esa cara de señor tierno que lee el periódico en papel. Ya nos tocó ponernos serias y relativizar, si llevábamos meses pensando que era un encanto de hombre, una mierda de foto no debía hacernos cambiar nuestra forma de verlo, entre comillas claro, que casi íbamos por la segunda temporada de la serie que nos habíamos montado en nuestras cabezas.

El pobre cumplió su promesa de avisarnos cuando viniera y bajé a tomar un café con él, por entonces ya era capaz de asociar voz y cara sin volverme loca, no todas estaban en el mismo nivel, algunas seguían en modo negación, yo preferí pasar a la siguiente fase, la lógica,

El hombre era un encanto, educado, divertido y cero atractivo salvo por esa voz. El café fue de lo más gratificante y peor para las que se lo quisieron perder. Mi relación y mi actitud hacia él no cambió en absoluto, no puedo decir lo mismo del resto, cuando las apariencias engañan…

Anónimo

 

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