¿Y si no fuese cierto eso de que todos pagan por el mal que han hecho?

 

Me han roto el corazón varias veces a lo largo de mi vida, y cuando hablo de romperme el corazón no me refiero sólo a una relación de pareja que terminó mal. Sino también a amistades que me traicionaron, a familiares que se comportaron peor que cualquier desconocido, a gente con autoridad que ha sido injusta… En fin, lo que nos ha ocurrido a todas y todos al menos una vez en la vida, supongo. Y mi salida era pensar que algún día ellos pagarían por el sufrimiento que me estaban causando. Que a esa persona injusta la terminarían despidiendo del trabajo, que esa examiga algún día se daría cuenta de que ya no había amigas como yo. Y sobre todo que ese exnovio volvería arrepentido.

Ese era mi consuelo. Quizás porque lo que nos suelen decir los demás en situaciones así -con la mejor de las intenciones, eso está claro-, es un “Ellos se lo pierden”, y porque indudablemente los episodios de ese tipo nos golpean el autoestima, en mayor o menor medida, pero nos la golpean, y pensar que no ha sido culpa nuestra sino del otro que no nos supo valorar, duele menos.

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Yo creo que se trata de un mecanismo de defensa, algo a lo que nos aferramos como a una cuerda en llamas cuando la pena nos ahoga para no morir ahogadas. Ya que lo primero que nos dice el dolor es que hay algo malo en/con nosotras y que por eso no merecemos ni amor, ni lealtad ni respeto por parte del otro. Y oye, en esos momentos la rabia es mucho mejor que tantísimo dolor, y el creer que el otro es el malo, nos da muchísima rabia para cubrir lo demás. Lo sé por experiencia propia.

Pero eso es quedarse estancado para siempre en una de las etapas del duelo, la de la ira, y una de las peores cosas que nos podrían pasar tras una ruptura o algún otro evento traumático es quedarnos atrapadas en un duelo infinito, no atravesado, no vivido, no cerrado. Los duelos hay que vivirlos, para que luego no sigan doliendo, y, lamentablemente, no valen los atajos.

Yo tomaba fuerzas pensando en lo malo malísimo que había sido conmigo aquel ex que, después de tantas promesas de amor, al parecer había dejado de quererme de la noche a la mañana, y en lo proporcionalmente malo que así también iba a ser el castigo que en un futuro alguien le haría pagar por mí, cuando fuese él quien amase con todas sus fuerzas, y a quien dejasen; o en lo bitch que era esa amiga que había decidido que yo no era lo suficientemente guay ya que ahora apenas si recordaba mi nombre y se la pasaba por ahí de cotilleo con otra gente.

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Pero madurar es, entre otras muchas cosas, aceptar que muchas veces nadie tiene la culpa. Que a veces ni siquiera se trata de culpa sino de responsabilidad, que a veces no hay un malo. A veces somos nosotras mismas quienes nos ponemos en ese papel de víctima porque es el más fácil, pero que nos queda horrible. Que a veces, si nos empeñamos mucho mucho en seguir buscando un culpable, hallaremos que quizás este sea uno tan abstracto como el mismísimo ritmo natural de la vida. Y a ver quién le desea un mal karma a la vida.

Os cuento más: A mi amiga la que me dejó de lado, le ha ido bien, tiene una bonita familia y vive en Estados Unidos como soñaba.

Y mi ex no está casado pero creo que está con el amor de su vida porque llevan años juntos y hasta donde sé, es feliz.

Lo más gracioso es que yo estoy bien con ello, porque claro, me parece que solo una psyco se alegraría del mal ajeno (o ni una pysco, porque estos no tienen empatía, no conectan). Aunque es verdad que una se vuelve un poquito psyco cuando le rompen el corazón, luego vuelve a su estado normal.

Y yo normal soy una tía genial, en serio, soy majísima; le sonrío a todo el mundo, cedo mi asiento en el metro, siempre estoy para escuchar a los demás. Y a veces, ya si me pillas con el bueno subido, hasta puedo consentir que partamos a la mitad el último trozo de pizza para compartirlo.

El dolor se va, las heridas sanan, la vida sigue, y, ya sea que esas personas merezcan una consecuencia negativa por sus actos, o no, eso en nada va a cambiar nuestra vida así que por nuestra parte lo mejor que podemos hacer es soltar, dejar ir, y avanzar. La vida es demasiado corta como para perderla ancladas en la amargura y esperando castigos ajenos.

 

Lady Sparrow