La edad trae madurez, experiencia y recuerdos… pero también un reguero de indumentarias atroces a las espaldas. Si algo tienen de positivo, son las risas que te echas con las amigas repasando las pintas que llevabais, porque, afortunadamente, no estás sola.

Si naciste en los 80 y eres “millennial vieja”, como yo, posiblemente te identifiques con esto. Pasamos la adolescencia y los primeros 20 en los 90 y los 00, con sus luces y sus sombras.

Repaso algunas tendencias sonrojantes ya pasadas, aunque advierto algo que es obvio: esto es 100% subjetivo. A lo mejor lo pasaste y te encantó, a lo mejor ni te suena. ¡Pero que nadie sienta sus gustos cuestionados!

1. El tiro bajo

Los pantalones de talle bajo eran incómodos para cualquiera, pero insufribles para quienes tenemos caderas anchas y cintura estrecha. Ni estando de pie dejaba de enseñar la raja del culo. Y, por delante, el pantalón manteniendo un equilibrio precario a solo medio centímetro de los primeros vellos púbicos.

A mis amigas y a mí nos gustaba llevarlos tan bajos que arrastraban sí o sí. Los bajos convertidos en una escobilla de la mierda de la calle y los meados de entre coche y coche durante la botellona.

Aquello pasó, pero, años después, llegaron los pantalones “cagados”. Dicen que lo puso de moda alguien que salió de un baño público con los pantalones a media pierna, pidiendo por favor papel higiénico para limpiarse. ¿Cuál creéis que fue peor?

2. Las argollas de colores

En mi ciudad pegaron fortísimo las argollas de colores, así que yo tenía varios pares. De plástico. Gordas. De colores chillones. Y me las ponía hasta con los chándales, así que más poligonera imposible.

Sí, he sido muy choni. Y a mucha honra.

3. El flequillo “hachazo”

Me refiero a los flequillos esos a media frente perfectamente rectos, como cortados con un hacha. Nunca han dejado de llevarse, en realidad. Vivo esperando el día de conocer a alguien que lo lleve y pensar: “Coño, ¡qué bien le queda”. No ha pasado.

También sucumbí a esta moda, aunque de manera accidental. De adolescente cogí las tijeras con las que se corta el pescado en casa y me pegué un señor tajo en el flequillo, pero erré en los cálculos y quedó minimísimo. Lo peor fue al día siguiente en el instituto: todo el mundo preguntando y yo diciendo que no, que no me había cortado el flequillo.

4. Las cejas mínimas

Hubo un tiempo en el que la moda en cejas era no tenerlas. Solo se aceptaba un hilito de pelo inexpresivo y estándar. Enseguida había que pasar por la esteticista otra vez, porque asomaban los “pullones” (puntitos de pelos nuevos, vigorosos y oscuros).

Quién nos iba a decir, años después, que habría que pintárselas para que parecieran gruesas y despeinadas, porque eso es lo considerado estético…

5. Hilito del tanga por fuera

Esta atrocidad tan chabacana (para mi gusto) llegó a tales niveles que juro que vi a chavalas con el hilito del tanga tatuado. ¡Juro que lo vi!

Pero vamos, lo mío era peor. Porque muy pocas veces usé tanga, lo mío siempre han sido las bragas maxi. Junto a los pantalones de talle bajísimo que dije al principio, os podéis imaginar el “look” más antimorbo del mundo.

6. Los calentadores

Recordáis la serie “Un paso adelante” como todo un fenómeno cultural, ¿verdad? Trascendió la pantalla a través de la música y la moda y, particularmente, en mi zona pegó fuerte.

Recuerdo, al menos, un invierno de minifaldas y calentadores. Estos últimos iban colocados sobre tacones de salón de punta fina, simulando una bota alta. De ese calzado renegué lo más grande, por cierto. Me parecían una aberración sacada de “Aladdín”, así que, lógicamente, me junté con varios pares de colores en casa.

7. Los vaqueros rotos

Sigo siendo fan de desgastados y roturas sutiles, que conste, dan un rollo como muy alternativo. Pero llegamos a niveles de pagar por prendas que no te encuentras ni en el Punto Limpio.

8. Extensiones de quita y pon

El tema capilar merecería un post aparte. Aquí sí que no hay nada escrito, esto es un sindiós total. Y me parece bien.

Mi mayor atrocidad, junto al flequillo mal cortado, fueron las extensiones de quita y pon, esas de clip. Quedaban muy bien cuando te las ponías de la forma adecuada: pelazo largo y con volumen. Pero una vez tuve que ocupar un baño durante media hora mientras dos amigas me libraban de unas que se me habían enredado, a “tironazo” limpio. Todavía estoy llorando.

9. Camisetas o pantalones bajo los vestidos

Camisetas blancas debajo de vestidos de tirantes finos o palabras de honor. Pantalones debajo de vestidos cortos. Es una moda a la que reconozco que sigo fidelizada, quede bien o no. La pena es que no por gusto, sino por enseñar menos. Una vive con sus inseguridades.

10. El pico de pato

Me refiero a los pinchazos de ácido hialurónico en los labios, pero esto ya es otro nivel. No es cosa de los 90, ESTÁ PASANDO.

Me apena ver a una amiga tras otra pasar por lo mismo: reniego, critico los resultados en otras y, al final, lo normalizo, lo deseo y me lo hago. A fuerza de verlo en programas de telerrealidad y redes sociales, te acaba gustando lo que sigue siendo igual de poco estético.

Yo no he pasado por esto, pero reconozco que, de saber hacerlo, quizás me pondría chorizos con el maquillaje.

Bonus: vosotros tampoco os libráis

Las modas que he sufrido son las asociadas al género femenino, pero vosotros no os libráis tampoco. Habéis llevado trajes de dos o tres tallas más, camisas con cuellos enormes por encima de las chaquetas, cadenas sobre camisetas sin mangas, cortes de pelo tipo cenicero, greñas en la nuca, barbas y bigotes con geometrías imposibles y otras muchas atrocidades. Así que #respect.

Veo las modas de hoy más comedidas, la verdad. Tengo la sensación de que mi prima de 17 años no se va a escandalizar tanto como nosotras cuando vea fotos antiguas, dentro de 20. ¿Estáis de acuerdo? Me encantaría leer opiniones, discusiones y otras tendencias olvidadas que no he recogido en la lista.

Azahara Abril

(IG: @azaharaabrilrelatos)