Veo a mucha gente queriendo huir de la ciudad. Buscando parcelas, terrenos o casitas que tengan un gran jardín para que lo disfruten sus hijos. Investigan los pueblitos de la zona, hacen fotos y comentan, con ilusión en los ojos, que ojalá vivieran en el campo.

Yo he crecido en un pueblo de interior de 4000 habitantes. Prácticamente todos nos conocemos, las puertas de las casas siempre están abiertas, sabes el nombre del que te vende las lechugas, todo el mundo saluda por la calle y nunca ha pasado nada grave. No hay ruido, ni bullicio de turistas, tampoco hay contaminación y todo es muy tranquilo. Idílico, ¿Verdad? Pues NO.

Crecer en un pueblo así es una mierda. Hablando claro y pronto, una mierda bien grande, pero no tan grande como la cantidad de estiércol que inunda todos los campos y que te apesta desde primera hora hasta la noche. No sabéis la frustración de recoger tu ropa del tendedero y que huela a lo que aquí llamáis “campo”. Eso no hay perfume que lo tape. Es un terror.

Por no hablar de lo aburridísimo que es vivir allí. Cuando eres pequeña y vas al colegio, con un poco de suerte sois 10 alumnos juntando dos cursos, porque para hacer una clase por curso, no da. Todos tus amigos y amigas son de diferentes edades, pero es que en tu quinta sois muy pocos y todo el mundo se queja de que la gente se va fuera a tener hijos en vez de quedarse en el pueblo. Como sois cuatro gatos, enseguida se agotan las posibilidades de juegos, paseos, excursiones, conversaciones y lo que se te ocurra. Casi todos mis recuerdos son aburrirme como una ostra y empezar a hacer el cafre, por ejemplo, tirando piedras a los gatos o a las colmenas, poniendo petardos en buzones o pintando en los bancos y paredes de la plaza.

Absolutamente todo el mundo está pendiente de ti, todo el mundo te conoce y te saluda, y tu ya no sabes qué viejo es el de la tienda y cual el del bar. No se te ocurra tirarte un pedo, porque se enteran todos. Se cuentan hasta con que ropa te han visto o como llevabas el pelo cuando has pasado por delante de ellos. Estás vigilada 24/7 y hasta el del quiosco sabe cuánto pesaste al nacer.

Los habitantes de estos sitios, suele ser una población envejecidísima. No tienes con quien divertirte excepto los de tu quinta, y como te caigan mal, vas listo.

Cuando creces un poco, la cosa no mejora. En la adolescencia, muchos de los chicos acabaron fumando y metiéndose de todo, ¡pero es que no había nada más que hacer en el pueblo!  ¿Podemos hablar de la cantidad de droga que corre por estos sitios? ¿Y de que los niños empiezan a beber en fiestas mayores mega pronto? O bueno, también del hecho de que “como es el pueblo”, los chicos parecían poder conducir motos y coches sin carnet.

Esa es otra, los chicos. El mercado está muy mal amigas, pero muy muy mal. Hay muy poco donde elegir y no es bueno precisamente. A parte de que, como te esperes un poco, ya va a estar todo el pescado vendido. Todos han estado con todos y siempre hay malos rollos y broncas por celos. Por supuesto, todo el pueblo sabrá con quien has estado o dejado de estar, las abuelas que no tienen nada que hacer y se pasan el día al visillo se encargan de eso.

Quitando el tema ocio y relaciones, en los pueblos no hay NADA. Si tienes que ir al médico, comprar algo un poco diferente o hacer cualquier trámite, siempre te tienes que ir a la ciudad, que por supuesto, está super mal comunicado. Quizás tienes dos trenes y 4 autobuses en todo el día, si no tienes coche, o te jodes o le pides al cani de turno que te lleve sin carnet.

Tampoco hay una cobertura decente, ni de teléfono ni de internet. Para las compañías tus calles no existen, la fibra no llega nunca y a veces no les aparece ni tu dirección, igual que para correos, Just eat o Amazon.

Como se te ocurra querer irte del pueblo y decirlo en voz alta, la has liado, porque se va a iniciar un complot para demostrarte lo maravilloso que es vivir allí y cada dos por tres, todo el mundo te va a resaltar tonterías como lo bonitos que crecen los geranios lejos de la ciudad, o lo felices que crecen los niños (cuando tu has sido niña y sabes perfectamente que es mentira).

Otra cosa que tampoco soporto y que no entiendo, es la hostilidad hacia los nuevos. Ya sean turistas o gente que se ha mudado, sobre todo las personas más mayores, lo sienten como una invasión y se inicia una especie de ley del hielo y miradas desconfiadas hacia esas personas. La gente tiene la mentalidad muy cerrada. Yo he vivido como han llegado hasta a inventarse rumores para que esas personas no fueran bien recibidas. ¿Y todo para qué? ¿Con qué objetivo? Supongo que seguir con las dinámicas de siempre y no dejar entrar a nadie, no vaya a ser que corra un poco el aire.

Así que no, crecer en un pueblo no es tan bonito como parece. Si estáis pensando en traer a vuestros hijos, dadle una vuelta. Muchos queremos irnos de allí desde que tenemos uso de razón y no lo recomendaríamos por nada del mundo.

 

Anónimo