Que dicen los de Nokia que vuelve el 3310 al mercado en breve. Muerta me he quedado.

Es inevitable no acordarse de cómo era nuestra vida antes de que Whatsapp, Facebook, Instagram o incluso Tinder inundaran nuestras vidas. ¡Pues no me habré pasado yo horas jugando a la serpiente de las narices como si no hubiese un mañana!

Antes nadie se agobiaba con el maldito doble check azul, lo único que importaba era que te diera un toque antes de dormir. La única conexión en linea que importaba era la del Messenger, que en función del año en el que nacieras podías usarlo durante todo el día o conectarte a partir de las 6. Reservábamos una parte de nuestro tiempo específicamente para conectarnos, cuando nosotros queríamos, o nos dejaban nuestros padres.

Te está dando toda la morriña y lo sabes!

No cabe duda de que el mejor momento del mes era cuando decidían sacar la promo de los minutos gratis. MINUTOS – GRATIS. ¡Era una puta locura! 1.000 minutos gratis para hablar por teléfono con tus amigos.


Aprendías a maquillarte viendo a tu madre pintarse el rabillo del ojo, las tendencias salían en la SuperPop y las noticias se leían en una cosa que se llamaban periódicos de papel. Nadie se hacía selfies, al menos no como ahora. Lo más probable es que encontrase un foto en blanco cuando iba a recogerlas a la tienda.

Y lo más importante: la pantalla de tu móvil no se rompía.

Y lo más, más importante: la batería duraba días! DÍAS!


Está claro que las relaciones entre nosotros han cambiado, que se han creado nuevas necesidades y que me cuesta mucho creer en la idea de volver a un mundo sin Youtube, sin poder enviar audios a mis amigas desde el baño de un bar para decirles que mi cita es espectacular y que ya pueden relajarse que no ha resultado ser un psicópata; un mundo sin selfies, sin capturar con el móvil lo que quiero cuando quiero. Un mundo en el que comunicarse valga dinero.

Evidentemente por mucho que Nokia lance de nuevo esta joya clásica, la sociedad no va a cambiar. ¡Y qué coño!, yo no quiero que cambie por mucha nostalgia que me entre o por mucha libertad que crea que he perdido.

No quiero que cambie porque gracias a todo esto puedo hace FaceTime con mi mejor amiga que vive a más de 7.000km, porque puedo conocer a gente maravillosa como esta familia de gordas que me enseña que no estoy sola cada vez que un niñato me dice que tengo el culo gordo. No quiero que cambie porque me encantan los domingos de Netflix y manta, las historias de Instagram; ¡porque Google Maps es la hostia!, porque mi vida sería más aburrida sin La Rubita del Cabanyal, sin el mechero de la Sole y sin Ramón el vanidoso.

Y sobretodo, no quiero que cambie porque por muy conectada que esté al mundo virtual, sigo disfrutando como una enana de los cafés con el periódico los sábados por la mañana en el bar de abajo; porque sonrío cada vez que recibo una postal y porque el contacto humano y las caricias siguen siendo lo primordial.

Porque mi vida se basa en saber elegir. En saber disfrutar. En saber valorar lo que tuve, pero también lo que gané.

Imagen de portada: Kuwaitiful