Sí, parece ser que hoy en día debemos ponerle un título a todo; a nuestra situación sentimental, a nuestro momento actual profesional, a nuestros sentimientos…

Pero no, no tiene por qué ser así. Hay momentos en que la prioridad no es buscar un título que resuma lo que estamos viviendo, porque simplemente no lo tiene. Muchos profesionales de la escritura, primero dejan que las palabras fluyan, y cuando ven su texto acabado, le asignan un título. No, no lo poseen desde el principio.

Pues en esas me hallo queridos amigos y amigas. Creo que me encuentro en uno de esos momentos de la vida, que no sabes ni lo que sientes, que no sabes si estás siguiendo el camino que empezaste hace tiempo, o te has embarcado en uno nuevo sin darte cuenta, o ¿quizás ha sido conscientemente? De repente tomas decisiones, se presentan oportunidades, situaciones, personas, lugares, y los tomas, te rediriges en ellos y piensas “y a esto, ¿cómo lo llamo?”. Hasta que un día dices, “¿y si no lo llamo de ninguna manera?”. ¡Ha llegado el momento de revelarse!

Hace algo más de un año tomé una decisión. Era una chica de 25 años con un peso de 108kg, que se sentía encerrada en su cuerpo. Como muchas personas, había probado dietas, hacía ejercicio diario, soy bailarina… Sí, se puede ser gorda y ser bailarina, se puede tener un cuerpo muy voluminoso y controlar su movimiento con gran precisión, aunque sorprenda a muchos. Nada funcionaba. Esa chica se sentía encerrada en su propio cuerpo y no sabía muy bien por qué. Era una chica enamorada de la variedad de tallas, de la belleza del ser humano por ser tal y como es, enamorada del amor propio. Amor propio… ¿Acaso era aquello lo que faltaba?

Y en ese preciso momento, se cruzó en su camino “Weloversize”. Tantas experiencias personales, envueltas en sarcasmo y humor, en otras ocasiones de realidad revestida de crudeza, y en otras, de consejos de lo más variopintos. Sí, ahora era más fácil seguir adelante con esa decisión, es más, ahora tenía más sentido que nunca.

Esa chica comenzó un duro protocolo cuyo objetivo era la realización de una cirugía bariátrica que todos conocemos por “reducción de estómago”. He de decir, que fue un gran protocolo, con charlas, con recomendaciones, y con muchísima información, pero con un único inconveniente: un obligado compromiso con la báscula para obtener el ansiado objetivo. Pero del detalle de todo ese gran proceso, nos encargaremos en otro momento con más detenimiento y con su título.

¡Conseguido! ¡Operada! Y no… no todo es tan bonito como pueda parecer, pero de nuevo, ya hablaremos del postoperatorio más tranquilamente, porque eso sí tiene título ya.

Y pensareis, entonces, ¿qué narices quieres contarnos? Pues simplemente todo y nada. Actualmente esa chica se encuentra en un proceso de cambio, en un proceso de descubrirse, en un proceso de disonancia. Me veo más delgada, y me siento mejor, ¿soy por ello una hipócrita? En verdad, sigo amando todo tipo de cuerpos, y estoy aprendiendo a amar el mío. Ahora mi cuerpo es más ágil bailando, pero tengo que volver a aprender a controlarlo, es un nuevo cuerpo. Ahora, empiezo a tener un punto egoísta en que empiezo a pensar “¡Joder! ¡Yo también soy importante! ¡Yo también debo ser mi prioridad de vez en cuando!”. Ahora me miro a un espejo y el físico se desvanece, y miro dentro, y observo ¿quién es esa chica?, ¿cómo ha llegado a ser quién es?, ¿qué historia esconde tras esa mirada?, ¿qué lágrimas esconde esa sonrisa?, ¿qué dolor emocional se oculta tras esas cicatrices enredadas en estrías?.

Quiero ser quien soy, quiero amarme igual que amo, quiero dejar de exigirme lo que no exijo al resto, quiero reafirmarme en mis valores, quiero dejar de esconderme y que el mundo me vea, quiero vivir. Y voy a hacerlo. Tanta seguridad y firmeza, ¿han venido de golpe con los kilos de menos? No. Han venido de la mano de testimonios, de la mano de lo que te rodea, y de la mano de la propia experiencia. No es el resultado lo que te hace cambiar, es el proceso el que ayuda a que un día tu cabeza haga “click” a la vez que lo hace tu corazón, y ese es el comienzo del gran y maravilloso caos que saca lo mejor de cada persona.

Todos tenemos derecho a dudar, a no saber dónde estamos, y que hacemos en este camino, pero también a decidirnos por continuar en él, a replantearnos quiénes somos, y reconocernos aunque cambie el contexto.

Y también tenemos derecho a escribir sin sentido, a empezar a soltar de manera caótica todo aquello que se agolpa dentro y pide a gritos salir… ¡ya se ordenará algún día! Y aquí os comparto un ejemplo de mi gran y enorme caos actual. Tengo tantísimas cosas que quiero compartir, que todo este relato puede considerarse un simple preámbulo o incluso un título a todo lo que pueda venir detrás. Puede ser el comienzo de muchas historias inacabadas…

Y sí, ahí os va, sin si quiera revisar, porque sí, porque este es mi caos, y quiero que lo hagáis vuestro caos también.

¿Y ahora? ¿Dónde está el título de mi historia? ¿Tiene título acaso? De momento no, y eso, es maravilloso.

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