Testimonio de linkvron:

¿Sabéis esa sensación fantástica que invade tu cuerpo cuándo empiezas a salir con una persona y ambos sóis tan sexualmente activos que los sismógrafos dibujan vuestros nombres?
Esa en la que no existe localización geopolítica prohibida en la que dar rienda suelta al desenfreno sexual: el sofá, la ducha, el ascensor, una sala de cine… quedas a merced de las hormonas, ellas dirigen tu ser cual Koji Kabuto dentro de Mazinger Z y si tu pareja no se corta un pelo… pues diversión y quema de calorías aseguradas.
Y hablando de cortarse pelos, imaginaos un flashback de 13 años, aquí uno presente con 21 años y con su novia de 23, quién manda un SMS que decía «quiero que te rasures las pelotas», pues qué hace uno: efectivamente, afeitárselas con mucho miedo y cuidado, pero quedando bien rasuraditas. (Estábamos en esa fase de peticiones morbosas en la que lo más complicado era no hacer caso, pues se penaba con la castidad).Pues ahí estaba yo deseando verla, el plan de la noche no podia ser mejor, cena con amigos y sus compañeras de piso de visita familiar, esa noche de enero, íbamos a quemar el colchón por la fricción de nuestros cuerpos, riéte tú de la combustión espontánea.Fuímos con los amigos a un restaurante mejicano de esos tan de moda, esos calores que te suben, esas gotas de sudor que te bajan por el espinazo, esa sensación «afrodisíaca» que te hace cruzar mirada con tu novia y telepáticamente al unísono decir: «no aguanto más, al cuarto de baño ¡ahora!.Se levantó primero ella de la mesa y yo apenas tardé un minuto en ir tras sus pasos.. me esperaba en el pequeño recibidor del WC que te hace decidir por el de damas y caballeros, salió una mujer de el de damas y «MC», me metió de un empujón, cerró el pestillo y me bajó los pantalones con agresividad, sin quitarme el cinturón, se llevó con el tirón los calzoncillos hacia mis tobillos, mientras me decía «Has sido bueno, que bonitas tan rasuraditas» y me obsequió con un lengüetazo en mis gónadas metiéndose directamente mi más que morcillona extensión… os podéis imaginar lo que pasó ¿no?
Grité como nunca había gritado porque de repente las pelotas se me pusieron rojas como brasas de San Juan, y la punta del cimbrel me ardía así como su escasa longitud que «MC» había acertado a meterse en la boca. ¡La puñetera comida picante! Me estaba abrasando mi aparato reproductor, y ahí estaba yo, dando saltitos con los pantalones sin desabrochar y los calzoncillos por los tobillos, gritando «quema, quema, agua joder, agua joder».
Metí todo mi palpitante y caliente caliente paquete bajo el grifo del aseo y le pedía a «MC» algo para bajar el ardiente infierno genital.Todo el restaurante nos escuchó y la excusa fue un ataque de almorranas, por mi parte, las pelotas en carne viva y la picha bien untanda en Nivea. ¡Menudo follodrama!

Quien más, quien menos, todos hemos pasado por una experiencia sexual que nos ha traumatizado de por vida (os sorprendieron sus padres, su tatuaje te impidió concentrarte, el lugar no fue especialmente idílico, tenía filias raras e inesperadas…).
¡Folladrama!
¡Exorciza tu polvo más desastroso! ¡Ríete (por no llorar) de aquel «Follodrama»! :

Escríbenos a info@weloversize utilizando como asunto: «Follodrama» contándonos de manera anónima (o no), la experiencia sexual que peor te haya tocado la patata. ¡Cuantos más detalles, mejor!