¿Te puedo contar una historia que parece salida de una telenovela? Mi pareja y yo éramos como Batman y Robin, pero sin los disfraces extravagantes. Compartíamos todo, desde las palomitas de maíz hasta los secretos más oscuros. Sin embargo, había algo que nunca parecía compartir: los gastos de la casa.

No sé si era una especie de alergia al dinero o simplemente tenía una amnesia repentina cada vez que la factura del gas llegaba. Pero lo que sí sé es que mi pareja se negaba rotundamente a poner un centavo para ayudar con los gastos del hogar.

Al principio, pensé que era una especie de broma. ¿Cómo alguien puede vivir en un lugar y no contribuir en lo más mínimo? Pero no, no era una broma. Era la realidad cruda y despiadada.

Intenté todos los trucos del libro para convencerlo. Le hice una lista detallada de todos los gastos y cómo se dividían entre los dos. Incluso traté de hacerle ver lo justo que sería si ambos pusiéramos nuestra parte. Pero nada funcionaba. 

Después de varios meses de hacerse el despistado, se cansó de tener que fingir y me dijo directamente que no tenía intención de hacerlo. Me explicó que él era un artista, que las (pocas) veces que le llamaban para actuar en algún teatro, necesitaba invertir el dinero que ganaba en su carrera para así poder ir mejorando y ser un actor afianzado en un futuro. 

Ahora flipo conmigo misma, pensando que escuché todo ese discursito de mierda y no salí corriendo. Pero estaba demasiado enamorada, enchochada más bien. No le conté a mis amigos o familia nada de esto, porque sabía que me dirían cosas que no quería oír. Por ejemplo, que mi pareja no me quería si no podía ni siquiera esforzarse en compartir gastos o en buscar algún trabajo para suplementar el de actor. 

Con el tiempo y la época covid, me quedé sin trabajo. No podíamos pagar el alquiler ni las facturas y tuve que recurrir a pedirle dinero a mis padres. Me dio tanta vergüenza y me hizo sentir tan mal, que fue ahí cuando hablé con él y le dije que esto no podía seguir así. Que necesitaba que colaborara con los gastos del hogar como un adulto responsable. Le dije que si no podía comprometerse a hacerlo, tendríamos que replantearnos nuestra relación.

Dijo todas las cosas correctas para tranquilizarme (o manipularme) y prometió hacerse cargo del gasto del alquiler a partir de ese momento, yo seguiría pagando las demás facturas. Pero bueno, algo es algo. 

Las tensiones llegaron a su punto máximo cuando recibimos una carta de advertencia del casero. Resulta que mi pareja había «olvidado» pagar el alquiler durante tres meses seguidos. Tres meses. ¿En serio?

Me encantaría decir que ese fue el momento en el que decidí dejarle, pero no, mi obsesión era bastante más profunda que eso. Después de un tiempo estando mal, él cambió. O bueno, yo le forcé a cambiar. Encontró trabajo y colaboraba en casa, pero las cosas no iban bien. Yo empezaba a ver que todo ese tiempo en el que me había tratado como a su sugar mommy, básicamente, es un tiempo en el que me había humillado. Un tío que te quiere no te hace eso. 

Probamos terapia de pareja, que por cierto, pagué yo, pero nada funcionaba. Así que, hace poco lo dejamos. Tengo más paz mental y, sobre todo, tengo claro que él no me quería. Pero también tengo claro que soy una pringada total, porque aún así, le echo de menos. 

 

Anónimo

Envía tus movidas a [email protected]