Siempre he mantenido esta historia en el más absoluto de los secretos, pero hace unos días leí, en el típico artículo que te aparece en Facebook porque el amigo del primo del hijo de tu novio le ha dado like, que era muy frecuente iniciarse en las relaciones sexuales con tus amigos y amigas más cercanas e incluso con tus hermanos o primos, por ser las personas con las que compartes más tiempo y tienes más confianza, y cambié el chip respecto a «mi recuerdo supersecreto que jamás había contado a nadie». Porque resulta que yo tuve mi primer orgasmo con mi hermano.

He querido contarlo en Weloversize porque me encanta este sitio y creo que aquí todos los puntos de vista tienen cabida. Sé que mucha gente considera este tipo de cosas como algo inomral, que no les cabe en la cabeza, quizás por eso a mí siempre me ha dado tanto miedo contarlo, pero para mí fue algo muy natural y sin ningún tipo de connotación negativa.

Sí, vale, tener orgasmos en familia puede que no sea lo más normal del mundo. Pero que algo no sea normal no lo convierte automáticamente en malo, ¿no?

Era verano y yo, si mi memoria no me falla (han pasado un montón de años, pero no confesaré cuántos, jajaja) yo tenía catorce años y mi hermano trece. Cuando íbamos al pueblo siempre dormíamos en la misma habitación, porque, aunque la casa de nuestra abuela era enorme, luego solo tenía dos dormitorios y una salita muy pequeña que llamábamos alcoba, separada del comedor por una cortina, que era donde dormía mi abuela desde que se quedó viuda. Como si, al dejar de ser una pareja, ya no tuvieras derecho a una cama de matrimonio… pero bueno, ese es otro tema.

Por mi educación religiosa, a mí no se me había pasado por la cabeza todavía ni masturbarme ni tener ningún tipo de relación de ningún tipo. Sin embargo, a mi hermano, aún habiendo recibido el mismo tipo de educación, ya que los dos íbamos al mismo colegio, las hormonas le estaban obligando a preocuparse por el sexo mucho más de lo que me había preocupado yo. Cada noche, cuando nos íbamos a dormir, nos solíamos quedar hablando un ratito hasta caer dormidos. Y una noche, mi hermano empezó a hablar de sexo. Bueno, más concretamente, de su pene.

En sus propias palabras (que ya no recuerdo) me explicó que se había masturbado y que era una pasada, y quería saber si las chicas también podíamos hacerlo. Yo le dije que no, porque yo no sabía que las chicas pudiéramos hacerlo, y él aceptó mi respuesta como perfectamente válida, pero se ve que le dio un poco de pena que yo no pudiera sentir nunca lo que él había experimentado y comenzó a relatármelo. Me explicó cómo su pene se ponía duro y cuanto más lo frotases más placer sentías y de repente me dijo «mira, ven, que se me ha puesto duro ahora». Y yo fui, y miré, claro.

Y al verlo yo también experimenté algo, aunque no sabía lo que era. Yo expresé mi excitación diciéndole que verle el pene me gustaba y él me enseñó cómo se masturbaba. Después me dijo que era imposible que las chicas no pudiéramos hacer eso. Que si a él le daba placer frotarse el pene, a las chicas nos tenía que dar placer que nos frotásemos la vulva. Y aunque estoy segura de que mi hermano solo hablaba por supusiciones, que no había visto un chichi en su vida, la verdad es que acertó. Y quiso experimentar conmigo haciendo algo parecido a lo que se hacía a él mismo y consiguió, en muy pocos segundos, que yo tuviera el primer orgasmo de mi vida. 

Fue más como un calambre, algo no muy intenso, pero me gustó muchísimo y, evidentemente, me quedé asombradísima de que mi cuerpo pudiera hacerme sentir algo así. Y aunque me gustó mucho y es un recuerdo que he guardado durante toda mi vida con muchísimo cariño, creo que tuve muy claro desde el primer momento que lo que habíamos hecho era algo malo que no debía repetirse. Y sospecho que mi hermano pensaba igual que yo, porque nunca volvimos a hablar de este tema. Sin embargo, he querido escribir este post porque me siento realmente aliviada pudiendo hablar de esta experiencia tan importante en mi vida, y creo que ayudará a normalizar una situación que es más común de lo que yo pensaba.

Anónimo