Querido diario;

hoy he sufrido la experiencia sexual más extraña, humillante y divertida a la par que jamás haya vivido.

Comenzaré con una breve introducción del tema en cuestión…

Corría el frío mes de enero, y se acercaba nuestro aniversario. Hacía mucho tiempo que, por diversos motivos, no pasaba una temporada relajada y larga con mi chico, (y ni decir queda de los momentos íntimos…) así que me propuse preparar una noche especial para celebrar la fecha y, ya que estábamos, lo que surgiera bienvenido era.

Seré clara; no iba a surgir nada, IBA A PASAR Y PUNTO.

Reservé una habitación para dos en un pequeño y acogedor hotel de la cuidad y rellené mi maleta de lo exclusivamente necesario… esposas, geles lubricantes de diversos tipos y sabores, mi más escueta y delicada lencería, perfumes, vibradores varios, etc. ¡Ya se sabe, hay que aprovechar las oportunidades! Y si son de una noche de sexo salvaje… aún más.

Me puse mis mejores galas y nos encontramos para ir a cenar a un buen restaurante, de estos con poca luz, música de ambiente… todo muy de 50 sombras de Grey pero asequible. Una ensalada, un poco de vino y una… ¡¿PIZZA DE 6 QUESOS?!

YO
YO

Sí, amichis, mi chico (el más sexy, divertido y fantástico chico del mundo) venía hambriento y optó por elegir la pizza más grasienta y antierótica de todas. Pero quién soy yo para dejar pasar la ocasión de comerme semejante manjar, y… pues oye, si me olía la boca a roquefort en cada gemido, tampoco pasaba nada si a él también. Así que dicho y hecho; Ciao pizza! Y me quedé tan feliz.

Pero con los nervios de la situación y las ganas que tenía de todo lo siguiente (lo cual estaba imaginándome gustosamente mientras me lo comía con la mirada) me cagué patas abajo. Y no, no era en sentido figurado, y es que me dio la peor diarrea posible en el peor momento posible.

Creedme si os digo que Usain Bolt es incapaz de adquirir la velocidad que yo tomé de camino al hotel.

Tras 30 largos minutos colapsados de sensualidad en los que yo rezaba en el lavabo porque mi chico no estuviera escuchando la «mascletá pizzera» que salía del baño, decidí que la noche no podía terminar así, y en una última escapada al servicio me adecenté con el conjunto más sexy y putoncillo de mi colección. Y… la cosa salió rodada. Literalmente.

Rodamos por encima de la cama, de la mesa, la ducha, la silla y absolutamente cualquier superficie con posibilidades de ser profanada con nuestros cuerpos. Y es que, nena, ¡la cabra tira al monte y esta cabra llevaba mucho tiempo esperando subir al suyo!

Estaba tan perri que decidí hacer todo aquello que aparece en las pelis porno, y después de ventilarnos medio kamasutra, cuando veía que la cosa iba a durar poco más le dije aquello de «termina en mi boca». ¡MEEEEEEEC! ¡ERROR!

No sé exactamente qué pasó, ni cuál fue el momento en el que todo ocurrió, pero antes de poder ponerme de rodillas noté algo caliente en la cara y… oh, no. Se me corrió en un ojo. Se corrió en mi puto ojo. Dios.¡Y no sabéis lo que escuece aquello y cómo se queda de hinchado y asqueroso después!

Así que poco después, mientras reflexionábamos entre risas en la cama sobre si debería cambiarme el nombre por el de Bridget Jones, me dijo algo que me hizo sonreír como nunca y es que, efectivamente…

«Jamás olvidaré esta noche».

P.D/ En un par de días y aplicando el colirio adecuado todo vuelve a la normalidad. Eso sí, sorprenderle la próxima vez… va a ser difícil.

Anónimo