Señores de la industria del porno,
A quien corresponda:
En nombre de todas las mujeres a las que nos gusta el sexo me gustaría manifestar mi fervoroso deseo de mandarlos a la mierda y, cuando tenga dinero, mandarlos matar. Nos han arruinado el sexo. Nos lo han arruinado, y MUCHO.
Nos han arruinado el ambiente. Culpo al porno de las altas expectativas sobre el atrezzo sexual: sábanas rojas de satén, cama redonda, música de fondo chaw-chawka-chaw-chaw-chaw. Las sábanas de IKEA, mi cama que hace ruido y el soundtrack permanente de mi vecina y su mortero me hacen parecer una analfaberta sexual y esto no es así, OIGA.
Nos han arruinado los cuerpos y me siento una desgraciada no, lo siguiente, cuando desde la flacidez del mío espero desnudar a un hombre y encontrarme un cuerpo musculoso, bronceado, aceitoso, depilado, APOLÍNEO y sin marcas de bañador. La realidad es que la última vez que vi a un hombre así fue en el 2004 cuando fui a ver “Troya”. La realidad es que yo me desmaquillo antes de acostarme y tengo pelos en el cuerpo además de en la cabeza. La realidad es que el porno no es la realidad, mire usted.
Nos han arruinado los previos. Ah, los previos. Besarte y sólo besarte todo lo que dure el Use Your Illusion. Caricias como montañas. Cochinadas varias que YA. NO. HAY. Gracias al porno muchos hombres se creen que basta rozarnos con un dedo para ¡CHIM! ¡PUM! ¡PAM! fundirnos en una rápida sucesión de fantásticos y múltiples orgasmos. La dura realidad es que si un hombre no me besa/acaricia/[inserte las cochinadas de su elección aquí] por media hora como muy poco estaré más seca que la mojama y de orgasmos hablemos otro día.
Nos hicieron creer que the bigger, the better. The bigger the better NO: si yo me encuentro por ahí con un Formato Ahorro necesito estoicismo, bravura, y media hora extra de previos. A partir de ahí, todo guay.
Nos han arruinado el sexo oral y es que es muy difícil pretender que aquello está más rico que un Calipo de fresa cuando en lo único en lo que me estoy concentrando es en respirar y no morir. Sí, mola. Sí, si pudiéramos hacérselo a nuestras parejas 24/7 dominaríamos el mundo. Pero cuando uno está ahí diez o quince minutos es inevitable que la mente divague y empiece a pensar: Fairy. Pimientos rojos. Atún. Lejía. Lentejas.
Y nos lo volvieron a arruinar (por si la primera vez no fue suficientemente). Según el porno un hombre pone su cabeza entre mis piernas y yo grito ¡¡¡¡¡Uhhhhhh!!!! ¡¡¡¡¡Ahhhhh!!!!!! ¡¡¡¡¡¡Siiiiii!!!!!!!! En la realidad un hombre pone su cabeza entre mis piernas y, en la mayoría de los casos, pienso Eh, mi clítoris está como a 5 centímetros de ahí. ¿Lo digo? ¿No lo digo? Más hacia la izquierda. Más hacia la derecha. ¿Estarán repitiendo «Tu Cara me Suena»? GRACIAS.
Nos hicieron creer en el 69. Sólo diré que cuando Carrie Bradshaw dijo que el 69 sólo pertenecía a 1969 lloré de la emoción y no me sentí sola en el mundo.
Nos hicieron comprar posturas imposibles. El porno nos puso los estándares en la estratósfera y nos enseñó a esperar el salto de tigre con patada al techo, el acordeón erótico, la Unión de la Abeja y la Postura del Helicóptero. En la realidad yo tengo la flexibilidad de un playmobil y el hecho de que en mi cama no se monte un espectáculo de Cirque du Soleil cada vez que me acuesto con alguien no me convierte en una disminuida sexual, OIGA. #marielladignidad
Una palabra: TRAGAR. Yo sólo trago si es que acabo de cambiar las sábanas porque qué pereza, y cuando lo hago ruego a todos los santos de todas las religiones de todas las galaxias incluidas las muy, muy lejanas que el individuo en cuestión se haya alimentado de frutas y cerveza casi desde el día en que nació. ¿Dulce elixir, manjar de los dioses? Anda ya.
Y por lo que no los perdonaré nunca jamás: nos han arruinado los orgasmos. ¿Que es eso de ¡¡¡OHHHHHHHHHHHHHHHHHHH SEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE OHHHHHHHHHHHHHHHHHHH DAME MÁS OTRO OTRO OTRO!!! Yo no sé ustedes, pero yo cuando me corro pongo caras raras, me río, y catatónica perdida. Como 5 minutos, por lo menos.
Exijo que volvamos a los tiempos en que el sexo era como una buena conversación: encontrar puntos en común, descubrir lo que le mola al otro, pasártelo bien, y hablar.
Hablar hasta que no puedas hablar más.
Un saludito.