Tengo un par de amigas a las que les encanta limpiar, dicen que les relaja y tal.

Yo no soy así, en mi lista de cosas que me gusta hacer, limpiar está en el puesto tres millones ochocientos cuarenta y tres mil quinientos veintidós.

Sin embargo, y dado que la limpieza del hogar es una tarea que no puedo eludir, cada vez que me meto en faena soy consciente de que no está para nada exenta de ventajas, y como muestra, los siguientes 10 botones o las 10 ventajas de entrar en modo zafarrancho de limpieza:

 

  1. Un hogar limpio y recogido da paz. Ya se sabe, mens sana in corpore sano y corpore sano in casa limpita y ordenada, porque no es fácil tener la mente en paz si esta vive en el caos, que al caos le gusta generar más caos. Si queremos sentirnos tranquilos y en orden, nuestra casa debe estar en la misma línea.

 

  1. Sudas y quemas calorías. Sin pagar cuota, sin desplazamientos, sin necesidad de usar mascarilla (en ocasiones el gel hidroalcohólico no está de más). Una buena sesión de limpieza equivale a media hora de spinning, cuarenta y cinco minutos de body pump, diez kilómetros de running o cualquier otra disciplina con nombre anglosajón. Incluso aunque no te de por levantar los sofás o cambiar muebles de sitio, cuando limpias, friegas, frotas, abrillantas, barres y/o aspiras, sudas y te ejercitas, porque te mueves, estiras y contorsionas de un modo que puede llegar a provocar hasta agujetas.

 

  1. Es como ir de mercadillo. Siempre aparece algo que llevaba años desaparecido, un calcetín que creías que se había volatilizado en el tambor de la lavadora, ese pendiente que dabas por perdido, una lista de la compra con más de treinta ítems que al final no te llevaste al super porque se había metido debajo de la nevera… ¡Coño, mira donde había metido esas bragas! Sin olvidarnos de las monedas que aparecen entre los cojines del sofá, ya que, de cuando en cuando, el Universo te recompensa con dinero en efectivo el esfuerzo realizado. Quizá sean solo unos céntimos, pero oye, que todo suma.

 

  1. Da igual cómo sea tu casa, cuando terminas de limpiar te parece más bonita. Limpio y ordenado el salón resulta más acogedor, sin pelusas ni pegotes ese linóleo feo tiene un punto, con la encimera brillante y despejada la cocina invita a ponerse un vino y preparar esa receta que tienes pendiente de probar, sin una montaña de ropa sobre la silla y con la cama bien hecha, ese pequeño y oscuro dormitorio parece más luminoso. Es como si los hermanos Scott se hubieran pasado por tu casa, así, en un momentito.

 

  1. Puedes ponerte una pañoleta en el pelo y una camisa holgada de chico arremangada. Es más, ese debería ser el uniforme oficial, si te asomas a la ventana de esa guisa el mundo entenderá que estás de zafarrancho y a nadie se le ocurrirá molestarte ni meterse en tu casa a pisarte lo fregao. También pueden entender que estás pintando, o embalando tus cosas para mudarte, pero bueno, en cualquier caso, el mensaje de ‘estoy currando, no me toques los huevos’ queda claro.

 

  1. ¡Conrado! ¡Que no era negro! Toda una generación se acuerda del compañero de piso de Conrado cuando pasa el scotchbrite al inox ennegrecido de una sartén. Aplicable también al cristal anaranjado del horno, al tono que adquieren los azulejos y el fondo de la bañera bajo los restos de jabón y un larguísimo etcétera.

 

  1. Cuando terminas y contemplas tu obra te sientes como Miguel Angel observando su David. No hablo de cuando acabas de pasar el polvo, o cuando terminas de fregar los cacharros, no. Me refiero a ese domingo por la mañana en el que has amanecido inspirado y lleno de resolución, ya sea porque eres una persona limpia y ordenada de por sí, ya sea porque vienen tus suegros a casa por primera vez. Te has hecho un plan mental al que no piensas fallar y te pones a ello con todo tu ser: aspirador, escoba, fregona, polvo, quitagrasas, abrillantador, desinfectante, escobilla, bayeta… Una vez has hecho uso de todo tu arsenal pones los brazos en jarras, hinchas el pecho y te paseas por la casa, o te paras en ese punto del pasillo desde el que puedes otear el baño, media cocina y el salón, para dedicar unos minutos a regodearte en la satisfacción del trabajo bien hecho.

 

  1. La ducha postlimpieza es… oooh. Estás cansado, puede que hasta dolorido, sudado como un pollo que viene de su clase de zumba, hueles a lejía… Te metes debajo del chorro de agua templada y llorarías de la emoción si no te jodiera tanto manchar tan pronto esa bañera que acabas de dejar reluciente con gran sufrimiento y no menos cantidad de limpiador. Aunque en el fondo no te importa tanto, al terminar ya le pasarás una bayetita, de modo que relajas los músculos y disfrutas dejando que el agua se lleve el sudor y los residuos químicos de tus manos. Sales como nuevo, feliz y embriagado por el placer de poner los pies en esa alfombrilla que acabas de cambiar mientras te deleitas con el brillo de las piezas y los cromados del baño.

 

  1. Te entran ganas de invitar a tus amigos. A cenar, comer, a que vayan al baño y vean su cara reflejada en la taza del váter… lo que sea. Te has dejado la piel (puede que de forma literal, que hay algunos productos muy potentes en el super) en dejar esa casa como los chorros del oro, así que ¡pasen y vean, señores! Ya te cagarás en todo cuando se vayan y veas que han dejado la alfombra llena de migas o que el cristal de la mesa está lleno de huellas, ahora estás orgulloso del estado de tu casa y quieres lucirlo como merece.

 

  1. Si eres de los que le gusta limpiar es genial porque… ¡siempre vas a tener algo que limpiar! Independientemente de lo que te esfuerces y de la frecuencia con que lo hagas, ese pasillo va a criar pelusas, esa estantería se va a llenar de polvo y ese inodoro… ya sabes cómo va, me ahorro más explicaciones.

 

Puede que no nos guste, que sea una actividad totalmente carente de glamour o diversión y que prefiramos hacer cualquier otra cosa antes que ponernos de zafarrancho, pero, ya que lo tenemos que hacer, seamos conscientes de sus ventajas, subamos el volumen de nuestra música favorita y apretémonos la pañoleta, cuanto antes lo hagamos, antes podremos pasar a otra cosa.