¡Sé que estás muy emocionada, se te nota! Los audios de WhatsApp están petando el grupo desde que has soltado la noticia. Pero aquí sentadas, tu y yo vamos a tener esa charla que puede incomodar un poquito porque tal vez te creas cuestionada. Nada más lejos de la realidad querida. Y es que el irte a vivir con tu pareja es de esas cosas que necesitas experimentar por ti misma. Aunque claro, esto no quiere decir que haya algunos puntos a tener en cuenta que pueden servirte como hoja de ruta en este viaje. Comencemos…

El dinero. Uf, tía que poco romántico ¿no? ¿Te suena feo? Pues chica, no lo es, en serio. El dinero es una herramienta de valor que bien utilizada hace su función a la perfección. A la hora de meteros en una hipoteca o un alquiler hay que saber con qué contáis. Además están los gastos de luz, agua, internet, comunidad, impuestos, comida…Quizás penséis en repartiros los gastos de una forma determinada, o a lo mejor decidís hacerlo a medias todo. Pero ¿qué pasaría si uno de los dos se queda en paro durante un tiempo?  Os sorprendería la de parejas que comienzan a vivir juntas y tienen estos apartados solucionados (supuestamente) de forma implícita sin siquiera hablarlo. Luego, claro…se sorprenden.

Las tareas del hogar. Este es el hándicap de la convivencia clásica. Quizás al principio de la relación te parecía encantador que tu pareja fuera algo desordenada o despistada. Quizás lo seas tú. Tal vez te parecía tierno que su madre le preparase el bocadillo todas las mañanas para el trabajo, o que le planchara las camisas porque era un desastre con la plancha, pobre… ¿Que a ti te apetece hacerlo? Dale. Sólo digo una cosa, ¿recuerdas el episodio de The Big Bang Theory donde Howard discute con su madre y se va a vivir con Bernadette? Howard pretende que su novia le lave la ropa, vaya a la compra, haga la cena…todo lo que le hacía su madre. Bernadette le larga de su casa.

No te conviertas en su madre ni pretendas que tu pareja se convierta en la tuya. No vamos a descubrir la rueda a estas alturas, las tareas de la casa son de los que viven en ella. Nadie ayuda a nadie, todos hacen.

La intimidad. Convivir con alguien no está reñido con el espacio propio donde estar a solas con nosotros mismos. ¿Te gustaría tener un rinconcito donde tener el tocador de tus sueños? ¿Una butaca para leer o meditar en soledad? ¿Un cajón donde guardar tus diarios privados? No es descabellado habilitar zonas de la casa específicas para cada uno. No es dar de lado a nadie. Es eso, tu espacio, tu intimidad, tu momento. Y lo mismo para tu pareja.  Y hablando de momentos… ¿Eres de hacer caca con la puerta abierta o con tu pareja al lado? ¿O hay líneas que prefieres no traspasar? Y por favor, hablando de líneas, que cada uno haga uso de la escobilla del wáter cuando le toque. Al principio podéis reíros del despiste, después deja de tener gracia.

Las visitas. Puedes ser muy social en la calle pero de puertas para adentro priorizas la calma y la soledad. O quizás te de la vida el bullicio del entrar y salir de la gente por tu casa. ¿Quieres tener a tu familia (propia o política) por tu casa cada dos por tres? Noches de videojuegos y colegas, pijamas partys, cenas de parejitas, la visita de los cuñados… Aquí como en todos los puntos hay que conseguir un equilibrio. Y con esto del entrar y salir te pregunto, ¿quién va a tener copias de las llaves de vuestra casa?, ¿cuáles son los motivos concretos en los que pueden hacer uso de ellas?  Dejar esto atado puede libraros de muchos malos rollos.

El sexo. Llámalo Dios, llámalo energía pero aquí algo hay. Al principio podéis estar fantaseando con follar como locos encima de la lavadora en pleno centrifugado, o hacer un aquí te pillo aquí te mato en el recibidor donde va a ir ese espejo de cuerpo entero. Pero con el tiempo muchas parejas ven mermada su libido cuando se establecen las rutinas.

Mantener la chispa en la convivencia es todo un arte. Acostumbrarse a verse todo el rato, llegar a casa cansados después de un día duro, afrontar responsabilidades, acoplarse en el sofá a ver series un día sí y otro también…Puede ser el antimorbo. ¿Qué es malo acostumbrarse a eso? No, aquí no hay nada malo ni bueno. Esto es algo que pasa, depende de cómo se enfoque y de echarle ganas. Quizás penséis que es imposible que os ocurra, y oye mi aplauso desde aquí, pero tenerlo en cuenta no está de más.

Dedicar un cajón de la cómoda del dormitorio a juguetes sexuales, velitas, aceites y lencería puede ser un arma para encender la pasión. Comprar ese vinito en el supermercado de vez en cuando, poner esa música de fondo que os parece tan sexy, daros caprichosaquí la imaginación es la clave. Los momentos se crean, no esperes a que lleguen.

Te hago un último apunte. No es lo mismo convivir que irte a vivir de prestado. No te hablo de poner el piso a nombre de los dos en las escrituras. Te hablo de establecer la base del hogar compartido en igualdad. Si alguno de los dos “no se siente en su casa” puede generarle malestar o cohibición a la hora de tomar las decisiones del día a día.

La pareja es una estructura viva y como tal evoluciona en muchísimos sentidos. Lo que os vale hoy puede que no os sea útil mañana y siempre surgirán nuevas circunstancias que se afrontarán en el momento que lleguen.  Pero mientras eso ocurre que la ilusión y la comunicación os acompañen amiga mía.

 

Mariló Córdoba.