Lo que los demás conocen de nosotros no es ni más ni menos que lo que reflejamos hacia el exterior. Pero la autoestima aquí juega un papel importante porque de la forma en que nos sintamos por dentro, así lo reflejaremos por fuera. De ahí el famoso dicho de: “si no me quiero yo, quién me va a querer” o “si no te quieres primero a ti mismo, no va a hacerlo nadie más”. Y es cierto. Cuando tenemos una buena autoestima, pensamos en positivo y nos rodeamos de buenas vibras, parece que automáticamente todo nos sale a pedir de boca. Y la gente eso lo nota.

Cuando estamos en sintonía con nosotros mismos, atraemos esas buenas energías. De lo contrario, cuando estamos tocando fondo y todo lo vemos de color negro… lo seguiremos viendo así si nuestra actitud no cambia, si no hacemos nada por cambiar la situación. Todo es producto de nuestra mente. Fliparías la de cosas que podemos conseguir o perder con nuestra actitud ante las situaciones que se nos ponen por delante.

 

Autoestima

Precisamente una de las cosas que más consiguen bajarnos la autoestima es el dichoso físico. Y por desgracia, es algo de lo que nos damos cuenta cuando ya tenemos cierta edad. La etapa adolescente es la que peor jugadas nos pasa por este motivo. Y no sabéis la de cosas que nos perdemos por culpa de esos miedos y complejos que no hacen otra cosa que volvernos cada vez más inseguras.

Yo, al igual que tú también pasé por ciertos momentos complicados que, con el tiempo y trabajando mucho en recuperar esa autoestima perdida y ya casi inexistente, superé.

En verano dejé de ponerme pantalones o faldas cortas que quedaran por encima de las rodillas. Las piernas era algo que me acomplejaba muchísimo. Casi diría que era lo que más odiaba de mí. Me moría de calor por tener que ponerme pantalones largos o medias para disimular la celulitis y estilizar más las piernas. Pero lo prefería antes de que se me vieran unas piernas, digamos, rollizas.

Diría que con unos 14 o 15 años también dejé de ir a la piscina municipal porque no quería que la gente me viese en bikini. Tenía la sensación de que todas las miradas irían a parar a mí y que iba a ser carne de críticas. Solo de pensarlo me producía una ansiedad terrible. Con el tiempo acabas entendiendo que al final la gente que está ahí, al igual que tú, va para bañarse, para refrescarse y estar con sus amigos. No eres tan importante para los demás como para que se fijen en ti y en tus chicas. Pero hasta que te das cuenta, te pierdes muchas cosas.  Obviamente siempre habrá personas que critiquen, pero esa gente, aparte de no valer dos duros, criticaría a cualquiera, a la gorda por gorda y a la flaca por flaca.

Curvy sexy

Además, hubo un tiempo en el que dejé de salir durante un tiempo con mis amigas. No me encontraba bien conmigo misma físicamente hablando, y eso también influyó en mí psíquicamente. Veía guapas a las demás. Me encantaba cómo se arreglaban, la ropa que usaban y lo bien que les quedaba. Pero yo directamente dejé de arreglarme y terminé por no salir porque me sentía peor. Me daba vergüenza ir por la calle. No sentirme bien afectaba a mi carácter y prefería no relacionarme con nadie para no dar malas contestaciones y perder a mis amistades. Nadie tenía la culpa de mi amargura. Porque sí chicas, al final esas situaciones nos llevan a sentirnos unas amargadas, y eso jamás puede pasar.

Lo de ir de compras es algo que quedó totalmente al margen en mi vida. No me gustaba cómo me quedaba nada. Me frustraba cuando veía una prenda de ropa que me gustaba y no me valía o directamente no estaba la talla que gastaba por entonces. Acababa comprando cualquier cosa elástica que daba más talla aunque no me gustara tanto. Lo de conseguir unos vaqueros que me gustasen y me quedaran bien era un milagro. Os tengo que decir que entonces no estaba tan en auge el movimiento curvy y no existía esa reivindicación que luego hizo a los diseñadores incorporar el mismo modelo en tallas más grandes.

Neon

Sinceramente creo que quienes hemos sufrido durante años ciertos complejos que nos han costado superar, siempre tendremos “secuelas” o miedos por volver a caer en ellos. Tenemos que aprender a convivir con ello teniendo en cuenta cada día que nosotras y nuestra mente son más fuertes que esos pensamientos acomplejados. Cambia si quieres cambiar, por ti, por tu salud. O porque físicamente quieres sentirte mejor. En mi caso yo lo hice porque no quería seguir sintiéndome de esa forma, y sabía que la única forma de reconciliarme conmigo misma era quitándome de encima aquello que me hacía infeliz. Empecé a seguir una vida más saludable. Cuido mi alimentación y procuro hacer ejercicio en la medida de lo posible.

Haced esos cambios por vosotras, no lo hagas por nadie más. Las opiniones ofensivas no tienen ningún valor constructivo y prestarle atención es una completa pérdida de tiempo. Aceptarse una misma no quiere decir que nos conformemos. Si eres curvy pero te ves guapísima y además disfrutas de una salud de hierro, entonces es genial. El problema radica cuando esos kilos afectan a la misma.

Autoestima

Al final todo está en nuestra cabeza. Lamentarse no sirve de nada. Mientras perdemos tiempo quejándonos de lo mal que nos encontramos, podemos invertirlo en darle la vuelta a la tortilla y dedicarlo a ese cambio que nos hará sentir mejor. Tenemos que vernos preciosas por dentro y por fuera, porque valemos mogollón, qué cojones.