El abuso sexual, por desgracia, no es un está lejos de ser un tema aislado. Las cifras mundiales recientes muestran que una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física y / o sexual por parte de un compañero. La mayoría de este abuso es violencia de la pareja íntima, es decir, los perpetradores no son extraños.

El abuso sexual es uno de los traumas que más aparecen en nuestra sociedad. La persona que lo padece siente una mezcla de culpa, rabia y tristeza tal que le lleva a no contar nada de lo ocurrido, en la mayoría de las ocasiones. Y la vergüenza, ese sentimiento que anula todo, que nos hace creer que nuestra experiencia no debe ser contada. Ese es el gran problema.

El proceso de curación del trauma sexual es gradual. No se puede forzar, y no es necesario tener que bucear en nuestra memoria para vaciarlo todo, aunque compartir nuestra historia suele ayudar bastante en la curación.

Curarse es algo lento, y cada persona tiene su ritmo. El trauma nos disocia de nosotros mismos, tanto física como emocionalmente. Tenemos menos capacidad para estar en contacto con nuestro yo interno.

El objetivo es recuperar nuestro propio cuerpo, nuestras propias sensaciones y nuestro derecho a sentir placer. Es como si perdiéramos nuestra brújula interna, esa que nos dice qué está bien y qué está mal. Ya no confiamos en nosotros mismos. Seguir nuestros sentimientos y escuchar nuestra voz más escondida nos ayudará a volver a recobrar esa confianza.

Los supervivientes de un trauma sexual tienen que aprender, o volver a aprender, a cómo establecer límites saludables. Nuestros límites comienzan con poder sentir y comprender nuestro propio cuerpo, nuestros deseos y aversiones. ¿Cómo vamos a decir «no» si no sabemos cuáles son nuestros «no»?

El miedo está ahí para mantenernos a salvo de experimentar el dolor de nuevo. Pero cuando dejamos de correr y nos escuchamos, vemos algo más allá del miedo, a una chic@ que quiere volverse a reconocer.

Puede que no hayas pasado por una experiencia así, pero quizás conozcas a alguien que sí la ha tenido.
Por eso, aquí os dejamos unos pequeños pasos para ayudar en este proceso de curación:

1) Date permiso para sanar.

Muchas veces no nos perdonamos. Queremos olvidar y lo que hacemos en enterrar todo en una cajita pequeña al fondo del desván. Pero hay que sacarla de ahí, dejar que toda esa tristeza, rabia, ansiedad salga a la luz y sea vista. Tómate tu tiempo para ir abriendo esa caja cuando tú quieras, cuando te sientas mejor, cuando tu entorno te lo haga fácil.
Haz un pequeño parón y dedícatelo a ti, a volver a reencontrarte. Un par de horas al día, a la semana, pero que sea un tiempo para ti, para tu espacio.

2) Pon nombre a tus emociones (miedo, ira, dolor).

Busca un lugar tranquilo para reencontrarte contigo. Deja que todo lo que sientes salga, libremente, si tapujos ni prejuicios. Llora, grita, golpea, salta, corre… Di lo que quieras, lo que sientas, como «¡No es justo!» para que puedas sentirlo todo, darle voz a tus emociones y dejarlo ir poco a poco.

A menudo, detrás de esa caja guardada está la ira, y bajo la ira está la pena y el dolor. Así que déjate cavar hasta llegar a lo más profundo y déjalo fluir hasta que lo hayas llorado todo.

Cuando sientas que las emociones comienzan a disminuir y calmarse, respira y concéntrate en esa sensación, en esa liberación que estás consiguiendo.

3) Tómatelo con calma.

Cuando decimos que el tiempo es un gran amigo, tiene todo el sentido del mundo. Muchas veces necesitamos seguir haciendo cosas con nosotros, redescubrirnos y volver a sentirnos cómodos en nuestra piel. Un buen baño con velas, música que nos gusta, un masaje… apréciate y cuídate.

4) Escribe.

Cuando veas que tu mente no deja de divagar o que solo vuelve a esos pensamientos, coge tu libreta y escríbelo todo. Te ayudará a sentirte mejor y a ir recolocando todos esos pensamientos que tienes.

5) Escribe una lista de todas las herramientas que tienes para cuidarte.

Haz una lista de todas esas cosas que te hacen sentir bien, que te ayudan a calmarte, que hacen que te sientas valorada y querida. Llévala contigo o ponla cerca de la cama para que puedas consultarla en cualquier momento que lo necesites.

6) Busca ayuda en los demás.

Contar con el apoyo de otras mujeres (u hombres si eres hombre) que entienden tu experiencia y tu viaje es vital para tu curación. La vergüenza que rodea al trauma y el abuso sexual es lo que nos impide muchas veces a acercarnos a los demás. Creemos que es una carga y que la gente no quiere oír hablar de nuestras luchas, o sentimos mucha vergüenza por lo que nos sucedió, incluso pensamos que también puede haber sido por nuestra culpa, así que nos mantenemos en silencio.
Pero recuerda, NO ES TU CULPA.

HABLA, CUENTA, NO TE CALLES. Suelta todo lo que llevas dentro con esas personas en quienes sabes que puedes confiar. No tienes que hacerlo sola. Ya no.

Estoy aquí.
Estamos aquí.

Si no tienes las herramientas necesarias para superar un problema de esta índole y/o está afectando a tu calidad de vida, pide ayuda psicológica a un profesional de la salud mental.