Solemos plantear la maternidad desde nuestros propios deseos. Pero, ¿qué hay de la criatura y de lo que puede tomar de nosotros/as? Creo que es buena idea anticiparse y ponerse en su lugar para saber qué le podemos aportar y qué clase de persona conseguiremos (o intentaremos) que sea. Y, la verdad, creo que muchos rasgos de mi personalidad me hacen incompatible con la maternidad.

1. No tengo paciencia

Es una de las virtudes que más admiro y, creo, una de las imprescindibles para criar con amor y respeto. Estoy trabajando en ello para mejorar en varias facetas de la vida, pero, siendo honesta conmigo misma, no la poseo en la dosis adecuada.

2. Grito

Me apena observar con tanta frecuencia la práctica que yo llamo “la pedagogía del grito”: padres y madres elevando el tono a la mínima, como modo de ejercer autoridad. Luego querremos que niños/as sean más asertivos/as y pacíficos/as, y no se comuniquen de un modo tan violento. Como tengo poca paciencia, es muy probable que yo la emplease también.

3. Por las tardes, no puedo con mi cuerpo

Y casi que por las mañanas tampoco. Nunca he sido especialmente ligera, la verdad. No me veo jugando con niños/as en días pesados. Y dedicarles un tiempo de calidad con atención plena me parece fundamental.

4. Le tengo aversión a mancharme las manos

No me como el marisco de la paella porque me lleno las manos de salsa al pelarlos. No es finura, es manía. Me provoca una angustia incompatible con algunos juegos, y ni hablemos de cambiar pañales.

5. Tiendo a tratar a los/as niños/as como adultos/as

Tengo serias dificultades para saber qué puedo decir o no decir a un/a niño/a pequeño. Cuando no lo/a trato como a un/a adulto/a, soy yo la que se pone a su altura. Por eso me he estado peleando con mi prima hasta que ella ha llegado a la adolescencia, ¡y tiene 20 años menos!

6. Mis dotes culinarias son nivel: tostada quemada a diario

Este apartado me preocuparía menos porque lo podría cubrir bien mi pareja, que hace todas las comidas a diario. Pero la alimentación es una de las grandes fuentes de conflicto en la crianza, y yo… punto 1.

7. Tiendo a ser pasivo-agresiva

En los últimos dos años, he estado haciendo esfuerzos significativos por usar la vía asertiva de forma más frecuente. Pero aún pesan los años de comunicación eminentemente pasivo-agresiva, así que aún me cuesta.

Me veo venir situaciones del tipo:

—Mami, ¿me compras ese cochecito?

Sí, claro, hijo, el cochecito, el peluche que está al lado y la tienda entera, claro, porque como soy un banco. ¡Por Dios, a este niño le hizo una boca un fraile!

En lugar de:

—Cariño, no creo que necesites un cochecito nuevo. Podemos jugar con otras cosas en casa, o fabricar uno nuevo con los cartones del rollo de papel higiénico, ¿te parece bien? Es más económico. Además, así reciclamos en lugar de comprar algo nuevo.

Y dicho con toda la calma y el amor del mundo.

8. Si no duermo lo suficiente, no soy persona

En mi caso, echar un día más o menos decente pasa por dormir más de siete horas y menos de ocho. Me tengo que quedar en algún punto intermedio para estar activa y con energía, y eso lo veo poco compatible con la maternidad. Y, precisamente, si algo necesita un/a hijo/a es actividad y energía, no una madre que se va cayendo por las esquinas y tiene un humor de perros.

En realidad, esto es una lista más de motivos para reforzar una decisión que ya tomé con mi pareja en su momento, y es la de no ser padres. Pero elaborarla me ha hecho pensar en que no siempre las personas que deciden tener hijos/as se paran tanto a pensarlo. Y hay carencias como no querer mancharse las manos que quizás se pueden pasar por alto, pero otras pesan demasiado.

Anónimo