Han pasado cuatro años desde la última vez que puse un pie en la Universidad Complutense de Madrid para ir a clase y, joder, quién me iba a decir a mí que la echaría de menos. No soy una persona que disfrutara muchísimo con su carrera, de hecho más que otra cosa lo que hizo fue desencantarme, pero qué buenos ratos eché allí.

1. La cafetería 

Es que no puedo empezar por otra parte porque estaría fallando a mis principios y a mis años allí vividos. Íbamos para absolutamente todo: desayunar, comer, merendar, almorzar, hacer trabajos, perder el tiempo, beber agua o simplemente existir. Era nuestra vía de escape. Rompimos una silla, nos caímos al suelo, escuchamos mil veces lo de ‘bocadillo lomo queso’ de los cocineros, conocimos aunque fuera de vista a toda la facultad allí, jugamos a las cartas, al candy crush y nos reímos, sobretodo nos reímos a todas horas.

2. El Erasmus 

El mejor año de mi vida sin lugar a dudas, hace ya cinco años desde que pasó, pero fue insuperable. Los viajes, las fiestas, el conocer a gente de todas partes del mundo, aprender inglés, desarrollarte como una persona nueva en un país desconocido, las clases sobre Sheakespeare en inglés, los paisajes, las horas en el interrail, aquel alemán que me robo el corazón… Podría escribir un post entero solo de cómo aún no he superado la depresión post-erasmus.

3. Los profesores que sí merecían la pena 

Conocí en mis cuatro años de carrera a dos, solamente a dos, pero qué dos. Pedro y Sergio. Las asignaturas de ambos me daban exactamente igual, pero fueron capaces de hacerlas apasionantes, interesantes y llenas de aprendizaje que creo que les voy a estar agradecida toda la vida. Qué maravilla cuando te encuentras con un profesor que se convierte en maestro, con una persona que ama su trabajo, con un ser que todo lo que quiere en la vida es enseñarte para que aprendas a pensar, a desarrollarte, a ser único.

4. Las fiestas 

Cómo aguantaba el cuerpo… No solamente el alcohol, si no el pasar frío en la calle con los botellones, los tacones hasta las ocho de la mañana, esperar a que abriera el metro para volver a casa, el empezar a beber a las nueve y algo de la noche para entrar en la discoteca antes de que hubiera que pagar… Bailar, bailar y bailar. Darlo absolutamente todo, que no te importase nada y que lo peor que te pudiera pasar era levantarte algo tarde al día siguiente.

5. Tu primer amor de universidad 

Para mi fue muy fuerte, fui toda la vida a un instituto que era solamente para chicas, tuve novio de adolescente, pero eran cuatro besos tontos y nunca más de un mes. En la universidad conocí qué era eso de encontrarte con alguien te gustara y a quien tú también, descubrí qué era enamorarse en otra ciudad, qué era ser libre para amar, sin atadura, sin horas de llegadas, haciendo lo que te apetecía, cuando te apetecía y con quien te apetecía. Ojalá volver a vivir esos días en bucle.

6. El sentirte libre por primera vez 

Por lo menos en mi experiencia, me fui de casa con 18 años, pasé del pueblo a la ciudad, a que todo corriera de mi cuenta, a que si quería hacer algo lo tenía que hacer yo, pero siempre contando con la ayuda de mis padres, he sido una afortunada, soy consciente. Solamente me tenía que preocupar de ir a clase y aprobar durante cuatro maravillosos años. Qué bonito era solamente pensar en hacer 10 exámenes al año y que el resto del tiempo lo tuvieras para ti, sin problemas más allá de que el chico que te molaba no te miraba o de qué ropa te ibas a poner al día siguiente. Qué poco lo supe apreciar mientras lo viví.

7. El viaje personal, cambiar 

A mí la universidad me cambió, de pies a cabeza, por dentro y por fuera. Fueron los años en los que empecé a intuir quién soy, quién quiero ser y quién quiero llegar a ser. Recuerdo llorar alguna noche en mi primer piso viendo cómo todo lo que yo era se desmoronaba, cómo nuevos ideales calaban dentro y cómo antiguos prejuicios que tenía poco a poco iban desapareciendo. Nunca creo que termine de conocerme, de cambiar y de sorprenderme a mí misma, pero al reconstrucción personal que viví en aquellos años no se me va a olvidar jamás.

8. Los amigos 

Qué amistades hice allí… Algunos siguen en mi vida, otros se han marchado sin yo quererlo y otros se han ido para no volver y qué bien, la verdad. Pero todos y cada uno de ellos me dejaron algo, me enseñaron algo, me regalaron algo. Gente desconocida, que entra a una misma clase para aprender algo que, en principio, a todos motiva. Gente con ideales compartidos, con ganas de cambiar el mundo y con muchas horas de cafetería por delante para debatir hasta de metafísica. Siempre lo digo, volvería a la universidad una y otra vez no por la carrera en sí, si no por la gente que conocí y las experiencias que viví. Cuánto crecimiento, cuánto agradecimiento.

 

 

¿Y tú? ¿Qué echas de menos?