Con el tiempo he descubierto que la gente me atrae por la educación, me fideliza por la pasión, me conquista por el corazón y me somete por la inteligencia. Nada me pone más caliente que una mente en ebullición. Como la tuya. Y la mezcla de morbo y ternura, el último arte en peligro de extinción. La gente tierna y sensible ve más gamas de colores, como tú cuando pintas el cielo y le das lo celeste al azul.
No sé donde te escondes pero te busco constantemente. En las películas de cine independiente y los cafés vacíos. En la soledad de mi cueva y en la barra de un bar. Te busco en un vagón de metro y en lo alto de la montaña. Te busco en tantas vidas, en tantos rostros, en tantas pieles, que si hubiera un décimo donde se jugase por ti, me llevaría todas las rifas.
Invéntate la excusa más tonta del mundo y ven a buscarme. Te estaré esperando con las piernas colgadas en el horizonte, para deshojarnos, como en los libros viejos. Dejando de racionalizarlo todo. Tomando cervezas, y no decisiones. Mordiéndonos la soledad a manos llenas. Nadie como yo cuando tú me estés pensando. Porque tengo los elefantes para tu telaraña.
No te alejes de lo que te hace bien y te llena de ganas. No tengas nudos en la garganta por guardarte las ganas que no se animaron, las palabras que no dijiste y los besos que no diste a tiempo. Nunca te guardes el amor. Y que yo no sea el sitio donde vuelves, sino de donde nunca te vas.
Dame un abrazo como los que se dan al haber perdonado, como los que hacen los problemas más pequeñitos.
Bésame como si fuera una despedida.
Mírame como si contemplases el mar.
Tócame como si fuese tu canción favorita.
Quiéreme como si nunca te hubieran hecho daño.
Baila como si nadie mirase.
Vive como si se fuera a acabar.
Fóllame hasta convertirme en cenizas.
Y entonces sopla.
