Nos presentó una amiga en común. Era un chico muy guapo y con mucho carisma, estuvimos toda la noche tonteando y finalmente nos dimos los teléfonos.

Hablamos cada día durante varias semanas y, en una de esas conversaciones, me invitó a su cumpleaños. Iban a celebrar sus 35 en una casa rural con algunos amigos, entre los que estaba mi amiga, y me dijo que le haría ilusión que yo estuviera.

Yo me hice muchísimas ilusiones, acepté encantada, le compré un regalito y me fui a pasar un fin de semana del que esperaba salir menos soltera. 

La mayoría de sus amigos me parecieron un encanto, vinieron algunas parejas con niños y a todos me presentaba como su amiga, pero con una sonrisa de tontorrón que a mi me derretía y que hacía que a los demás se les escapase la risa. No pasó nada entre nosotros ese finde, había demasiada gente, demasiadas cosas por hacer y demasiadas personas queriendo estar por él. Pero de madrugada, tuvimos momentos solos donde pudimos hablar y conocernos mucho mejor. 

Le hablé de mi pasado, anteriores parejas y familia. Sentí que podía confiar en él, así que le conté algunas cosas sobre mí que no suelo compartir. Él me lo agradeció mucho y me habló de su vida, me dijo que había sido funcionario en un ayuntamiento mucho tiempo, pero que no acabó bien y ahora tenía su propio negocio. Era propietario de una administración de fincas que iba bastante bien y me confesó que por eso tenia acceso a casas rurales como en la que estábamos.

Esa noche hablamos de todo, de vergüenzas, de traumas, de momentos felices, hablamos hasta de si queríamos tener hijos o que planes de futuro teníamos. Nos terminamos besando sin llegar a mayores por la presencia de todos los demás, que nos veían de fondo.

Estaba muy ilusionada, todo estaba cogiendo un rumbo muy bueno, él me encantaba y me sentía muy bien con él. Nos seguimos viendo durante unos meses hasta que decidimos formalizar la relación y me presentó a su familia. Yo estaba en una nube. Creía de verdad que él sería el indicado, y quizás lo era, pero justo antes de ir a vivir juntos, me llegó un mensaje que lo cambió todo.

Subí una foto a Instagram de los dos sosteniendo unas llaves, la típica foto de “por fin tenemos piso” y un conocido me escribió un mensaje directo preguntándome si mi pareja se llamaba Javi (nombre ficticio), le dije que sí y entonces me dijo que no había sabido nada de él desde que salió de la cárcel y que e alegraba de verle tan bien. 

Me quedé helada, tenía que ser un error. Esperé a que llegase de trabajar, me senté con él y le enseñé el mensaje. Él puso cara de decepción, se encogió de hombros y me dijo que tenía pensado contármelo en breve.

De repente sentí que no le conocía. Todo este tiempo me estuvo ocultando algo tan importante como que es un exconvicto. Me entró una mezcla entre rabia y miedo, estaba muy triste y decepcionada, empecé a discutir y a gritarle llorando que era un mentiroso, que no era justo para mí que me hubiera ocultado algo así, que ya no podía confiar en él y que no me creía que me lo fuese a contar.

Él me explicó que quería esperarse a afianzar la relación y entonces tener una conversación tranquila para que no pasase exactamente lo que estaba pasando, incluso me llegó a decir que él no tenía por qué compartir conmigo algo así. Que era una intimidad suya que no está obligado a contar y que, aun así, iba a hacerlo, pero que me había enterado antes.

Me dijo que a todo el mundo le cambia la cara y le juzga en cuanto saben que ha estado en la cárcel y que no quería que eso le pasase conmigo, que por supuesto tarde o temprano me lo tenía que contar porque quería compartir su vida conmigo y esto es algo que su entorno más cercano sabía.

Le pregunté a bocajarro qué era lo que había hecho y me explicó que había aceptado un soborno. Cuando trabajaba en el ayuntamiento hubo una concesión para unas obras y aceptó el soborno de uno de los que se presentaban a concurso para favorecerles. Luego todo se destapó, le acusaron y estuvo un poco más de dos años en la cárcel.

Me explicó que era el único crimen que había cometido en toda su vida, que fue tonto y no pensó en la gravedad de la situación, pero que ya había pagado por ello. Que no había hecho daño a nadie y que estaba cansado de tener que arrastrar ese estigma.

Verle intentando ser la víctima de la situación me cabreó tanto que me fui de casa. Él me envió varios mensajes y me llamó, pero no contesté. Estuve dos días en casa de una amiga, pensando qué hacer, y entonces quedé para hablar con él.

Durante la conversación ya vi que no nos íbamos a entender, él no paraba de decirme que no quería que su pasado se cargase la relación, pero yo estaba dolida no por su pasado, sino porque fue capaz de ocultármelo tantísimo tiempo, decidiendo por mí y haciéndolo para intentar “engancharme” sin tener toda la información. Si era capaz de ocultarme algo así y con esas intenciones ¿Qué más me podía ocultar en un futuro?

No llegamos a nada, estuvimos varias horas dando vueltas al mismo tema y ninguno se bajaba del burro. Él me pidió que volviera a casa y yo no lo tenía claro, le dije que de momento iría a por mis cosas y me quedaría en casa de mi amiga. Eso a él le dolió mucho y me pidió ir cuando él no estuviera, se levantó y se fue.

Los días siguientes, mi amiga, la misma que teníamos en común, me estuvo diciendo que creía que yo le estaba castigando, que la situación no le parecía como para terminar la relación y que quizás debería intentar reconciliarnos. Eso me cabreó mucho, pero le estuve dando vueltas y la verdad es que conforme fue pasando el tiempo, empecé a ver el problema más pequeño.

Después de un tiempo de idas y venidas, hemos decidido ir juntos a terapia de pareja. No sé si podremos superar esto, pero al menos quiero intentarlo.