Esta historia es tan turbia como el sujeto que la protagoniza. Menos mal que mi relación con él fue corta, aunque intensa, y siempre llena de misterios y rollos raros que por entonces no identificaba.

A día de hoy, nunca he llegado a saber si estuvo con otras al mismo tiempo, si simplemente yo era “la otra” y había una novia oficial o si, por el contrario, yo era la principal y tenía alguna o algunas amantes más.

En realidad, esto nunca fue tan importante para mí como para intentar averiguarlo o salir de dudas. Fue un alivio tan impresionante cuando me lo quité de encima que ya no quise saber más.

 

 

Pero él era el típico tipo al que le gustaba no terminar de soltar nunca a sus relaciones. Lo que hoy en día se conoce como un “mareador” y de toda la vida como «el perro del hortelano».

Podía pasar meses o un año sin tener contacto conmigo, pero cuando se enteraba, por personas comunes o redes sociales, de que yo estaba con otra persona, volvía a aparecer en mi vida, escribiéndome para preguntarme cómo me iban las cosas e intentando tirar la caña o llamar mi atención.

 

 

Yo nunca caía en sus redes, pero le respondía con educación y cordialidad, aunque poniendo el límite bien claro cuando veía que podía empezar con confianzas que yo no le estaba ofreciendo.

Y él siempre parecía respetar estas barreras, por lo visto probaba y punto. Así que siguió contactando conmigo esporádicamente, como si realmente fuese un viejo amigo que se preocupaba por mi bienestar cada cierto tiempo.

 

 

Cuando, por ejemplo, era mi cumpleaños o mi santo, yo sabía perfectamente de antemano que iba a recibir noticias suyas, pues nunca jamás se olvidó de ninguna de estas fechas.

Y entonces aprovechaba, no solo para felicitarme, sino para contarme su vida, haciéndose el interesante y claramente tanteando si había alguna nueva posibilidad de tonteo conmigo.

Siempre acababa viendo que no era así y ahí se quedaba la cosa, en una corrección resignada por su parte.

 

 

Hasta que, un día, recibí un WhatsApp definitivo e inesperado: el más fuerte de todos.

Estaba tomando café en un descanso del trabajo y me sonó una notificación más de aviso de mensaje. Cuando la abrí, sin esperar nada fuera de lo normal, mis ojos se abrieron como platos y me quedé muerta no, lo siguiente:

Me había mandado una foto en la que aparecía un bebé recién nacido, y cuando digo recién nacido quiero decir que seguro que acababa de salir del vientre de su madre porque estaba envuelto en una mantita y aún se podían distinguir fluidos corporales en su piel y su rostro.

 

 

Acompañaba la imagen el siguiente texto que voy a reproduciros tal cual:

“Hoy es el día más feliz de mi vida. Creo que no te conté que me he casado y te escribo desde el paritorio para presentarte a mi hijo. Solo hay una cosa que no es perfecta hoy: tenías que haber sido tú la madre…

 

 

Claro, me quedé literalmente shockeada: no sabía si responder felicitándole, dándole las gracias por el “cumplido”, llamándole de todo y arruinando ese día tan especial o con una mezcla de todas esas cosas. Pedazo de locura.

Así que, por primera vez y después de pensarlo mucho rato y gracias al consejo de mis compañeras de curro, no hice ninguna de esas cosas y por fin procedí a bloquearlo, que es lo que tenía que haber hecho mucho tiempo atrás.

 

Aún así, no estaba satisfecha. Me sentía tan enfadada que acabé intentando localizar a su reciente mujer y madre de este niño para enviarle las pruebas de esa conversación. Pero no la encontré por ninguna parte.

Él tenía las redes sociales bastante capadas, solía utilizarlas muy poco y solo para fines profesionales. Era lógico entender el porqué…

Después de un trabajo arduo de investigación por mi parte y por la de alguna amiga que también se lo tomó como algo personal, acabé tirando la toalla y sinceramente, con el tiempo me alegré.

 

 

Porque, a pesar de mis buenos propósitos, probablemente habría arruinado totalmente la felicidad de esa muchacha en un momento tan importante y vulnerable como ese.

Merecía saber la verdad, pero seguramente no era el momento más adecuado…

 

Anónimo