Hace unos días participé en una conversación bastante surrealista que hizo que me planteara el rumbo que había tomado la sociedad en una cuestión determinada: la soltería. En esta conversación, tanto hombres como mujeres, establecían la siguiente regla no escrita:

 Hasta los treinta  las mujeres tienen un mayor poder de atracción sobre los hombres del que tienen una vez alcanzada la treintena y en adelante.  

Entre los comentarios que en esa tarde se vertieron entre cañas (a las que ojalá pudiese echar la culpa) destaco los siguientes:

—   Las mujeres a partir de los treinta sólo quieren encontrar a alguien para que “les haga un bombo”. Les entran las prisas y hay que tener mucho cuidado porque hay mucha desesperada.

—   A partir de los treinta y tantos si estás soltera comienzas a bajar el listón que tenías a los veinte para encontrar pareja.

—  A cierta edad, no vemos la “soltería” como una situación ventajosa sino una lacra que nos pesa de cara a la sociedad y empezamos a identificarlo con soledad. Y eso da mucho miedo.

—  Hasta los treinta las mujeres pueden elegir a su mejor postor y los hombres tratarán de ofrecer  su mejor apuesta para ser los triunfadores. Después de los 30, la dinámica de la oferta-demanda y la carga de la seducción se invierte y  son los hombres, los que, ante una demanda desmedida, pueden elegir porque total, el estúpido reloj biológico no pasa por ellos ni les genera ningún tipo de presión.

—    Los hombres son solteros de oro siempre pero a las mujeres nos consideran unas solteronas a partir de cierta edad.

Voy a cerrar esta «teoría» con una frase gloriosa de un hombre “mis bichitos pueden dar guerra hasta que yo quiera pero los de las mujeres se caducan antes”.  Y así estamos y así nos encontramos, treintañeros con vocación de Julio Iglesias y treintañeras siguiendo el camino de Bridget Jones y alimentando su propio diario.

Tú en la cena de Navidad, y lo sabes

 

Lo que parece ser una conversación trivial entre amigos puede ocultar una gran lacra en esta sociedad por las ideas anticuadas que se mantienen y deberíamos luchar por cambiar.Ninguna vida es mejor que otra si eres capaz de vivirla sin presiones añadidas. No existen ritmos “buenos” o mejores que otros e imponiéndonoslos lo único que conseguimos es perder oportunidades de disfrutar al lado de las personas.

De esta forma, a los hombres les diría que aunque ningún reloj biológico les presione, siguen teniendo los minutos y segundos contados para disfrutar de verdad con alguien, aparezca en el momento en que aparezca. Y a las mujeres nos digo que, en pleno siglo XXI, ¿de verdad importa si tenemos 20,30 o 70 años para conseguir lo que queremos?. Si queremos amor, luchemos por ello, pero uno de verdad, sin conformismos, sin hacernos mediocres por no querer serlo de cara a la sociedad. Si queremos ser madres, no nos  hace falta “cualquier hombre” para hacerlo posible.  Si no queremos pareja ni hijos, que nadie nos quite valor nunca.

Por todo ello, si tenemos pareja, seamos pareja de oro. Si no la tenemos, seamos solteras de oro independientemente de la edad. Porque somos personas de oro, nunca lo olvidemos  y de lo único que deberíamos preocuparnos es de que nuestra vida lo sea para nosotros. Y nada más, porque no es cuestión de posibilidades sino de que hagamos realidad y bonitas las cosas posibles.

 La vida es corta amigos, y no lo digo yo, así que vivamos.