Ah… las amigas. Hay más especies de amigas que de homínidos. Lo tengo claro. Vaya por delante que adoramos a todas aquellas que llamamos “amigas”, pero aquí la perfección tampoco existe, así que veamos un tipo particularmente cansaalmas de amiguita (con todo el cariño, eh?…):

En este caso, vengo a hablar de esa amiga que es maravillosa-cuando-no-tiene-novio (m.c.n.t.n. en adelante) pero que cuando lo tiene, de repente le da pereza ver a las demás dos horas a la semana. Plan de chicas, quiero decir; para planes con los respectivos siempre están disponibles ambos.

Y tú dices “a veeeer: llevan 3 meses, están en pleno momento pastel, démosles tiempo”. Y les das tiempo, les das años, pero ella nunca vuelve a ser la de antes (cuando soltera, la moza).

Total: la cosa empieza a hacerse bola, otra amiga lo deja con su chorbi y la m.c.n.t.n. is not here, pero… ¡miracle! de repente: ¡aparición estelar de la colega tres o cuatro días!! ¡Wow, qué buena amiga! ¡te queremos mazo! Ah, que el noviete estaba de vacaciones con su madre…

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Y entonces yo, que soy mucho de analizar y hablar, analizo (y hablo) con mis otras amis: queridas, m.c.n.t.n sigue el mismo patrón de comportamiento que cuando estuvo con el anterior fulano. Esto significa que, una de dos, según yo:

  1. tiene amigas para las temporadas de sin novio, o b) es tan insegura que dedicarle tiempo a sus amigas cree que le supondrá problemas en su relación.

La primera opción prefiero descartarla, ¿sabes? La chica me cae bien y me parece buena persona. Así que decido asumir que los tiros van más por la segunda opción. Y decido también en un momento dado, escribirle tras una de sus triquimochis para escaquearse de quedar: “corazón, creo que no nos cuentas entre tus prioridades, y me gustaría saber por qué y que le dieras un par de vueltas”. En resumidas cuentas, acabó viniendo porque se le torció el otro plan, primero estuvo a la defensiva y finalmente acabó llorando, reconociendo que le daba pereza a veces.

CHATAS: la vida no está hecha para contar fotos con amigas, sino momentos.

A mi las risas (y los llantos) semanales con mis amigas, que no me los toquen. Es nuestro momento, ¡joder! No hay que cumplir con objetivos, ni contentar a nadie, sólo ver sus caras, escuchar sus batallas de los últimos días y participar de la misma forma. Es darte cuenta un día de que han pasado 2, 10 o 20 años desde que casi todos los viernes cenamos juntas, (y a veces nos emborrachamos) a pesar de las parejas, los estudios y diferentes trabajos, las nuevas aventuras con pañales, y lo que venga.

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Y tú, mi querida B, vuelve y deja de perdértelo.

Eva García