Yo siempre he tenido claro que quería ser mamá, desde muy joven. Nunca me planteé la opción de no tener niños. Tanto es así, que estaba muy segura de que lo habría intentado incluso en solitario. Ahora que soy madre, tengo más dudas sobre lo de animarme a serlo sin pareja. Y, ahora que soy madre, entiendo mejor a la gente que no quiere tener hijos.

Cosa que antes no hacía, si soy sincera. No es que juzgara a las personas que decidían no tener descendencia, es solo que no comprendía qué motivaba su decisión.

Sin embargo, ahora sí que lo hago. O, si no comprendo al 100 % por qué no quieren hacerlo, lo que sí entiendo a la perfección es lo que supone tenerlos. Así como la repercusión en nuestras vidas y cómo esta puede convertirse en una razón de peso para elegir.

Ahora que soy madre, entiendo mejor a la gente que no quiere tener hijos
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No pongo en duda que existan madres y padres satisfechos, realizados, abnegados y orgullosos de sí mismos las 24 horas del día. Pero tampoco dudo que hay muchos otros que a veces nos tiramos de los pelos y nos preguntamos en qué narices estábamos pensando.

Yo tengo sobrinos, amigas con hijos y, por si fuera poco, trabajo con niños. Pues nada de eso me preparó para la maternidad.

Si yo, que medio conocía el percal y me pasé años anhelando ser madre, sufro la frustración, el cansancio y las renuncias a las que te ves sometida desde el mismo momento en que tienes un hijo, me pregunto cómo se sentirán las personas que se ven en el rol sin haberlo querido. Y creo que sé por qué quien no quiere tenerlos. Hay días en los que yo misma, que los tengo y los amo con todo mi ser, me planteo si no hubiera sido mejor no haberlos tenido.

 

El pensamiento dura una décima de segundo, pero se queda ahí, latente. A la espera de que me ataque el síndrome de la impostora. De que las responsabilidades me ahoguen. O de que la presión me aplaste. Es entonces cuando entiendo a la gente que no quiere tener hijos. De hecho, les entiendo mucho mejor que a los que se convierten en padres solo porque ‘es lo que toca’.

Porque nadie está exento de tener problemas en la vida ni de ser infeliz, sea madre/padre o no. Pero opino que, cuando tienes hijos, las dificultades suben un nivel. Además de que la cosa se complica mucho, muchísimo, cuando ya no va solo de ti, sino de otros que dependen absolutamente de ti. De que hagas lo correcto, de que lo hagas bien. De que llegues a todo.

A igualdad de condiciones, a mí la vida me parece más fácil para los no padres/madres.

Estoy convencida de ello.

No cambiaría a mis hijos por nada. No volvería atrás ni aunque alguien me presentara la posibilidad. Pero eso no quita que sienta que todo sería más sencillo si nunca se me hubiera ocurrido intentar quedarme embarazada. Sería más… libre.

Y con ‘más sencillo’ no quiero decir mejor, solo digo diferente.

La maternidad es una experiencia enriquecedora, aunque también estresante. Vigorizante, aunque también agotadora. Maravillosa, aunque también aterradora.

Así que, sí, comprendo a aquellos que no desean tener hijos. Y, en ocasiones, solo por unas décimas de segundo, me gustaría estar en su lugar. ¡Menos mal que se me pasa enseguida!

 

Redacción WLS