Cuando se conocieron, ambos tenían pareja y no lo ocultaban. Fue una noche de esas de bailar y brindar sin motivo aparente toda la noche. Era el cumpleaños de un amigo común. El novio de ella se había quedado en casa preparando la última fase de una oposición que estaba a punto de sacarse, la novia de él se retiró temprano porque trabajaba la mañana siguiente.

Los coqueteos empezaron desde el momento en que su novia pisó asfalto fuera del bar y ambos se siguieron el juego toda la noche hasta que, cuando ya se asomaba la luz de la mañana, se besaron de la forma torpe y primitiva que lo hacen las personas cuando llevan unas copas de más y se han hecho ganas durante horas.

Dos días más tarde quedaron para hablar de lo sucedido. Él confesó que siempre le pasaba igual, era incapaz de dejar a su novia y acababa siéndole infiel. Era la tercera relación larga que tenía y las tres habían terminado igual, con él besando a una desconocida. Llevaban meses discutiendo el poco tiempo que se veían, ella quería casarse ya y él quería esperar…

Ella le contó que era la primera vez que le pasaba algo así, pero que su novio llevaba tanto tiempo encerrado estudiando y siempre de mal humor que al ver la oportunidad de pasarlo bien por primera vez en meses, entre el alcohol y el resentimiento había pasado aquello. No sabía si quería dejarle, pero sí sabía que no podría con la conciencia de haberse besado con otro hombre sin decirle nada.

Él, decidido, le dijo que hiciese lo que hiciese ella, dejaría a su novia ese mismo día. Ella le dijo que esperaría un tiempo a ver si su relación estaba realmente rota o no. Debía esperar una semana a que pasase el examen para  no condicionar de esa manera su futuro y después hablaría con él.

Durante esa semana hablaron por mensaje a diario. Él le mandó la foto con la caja de sus cosas que había tenido que retirar de casa de su novia, le dijo que había sido duro, que ambos habían llorado mucho, pero que estaban de acuerdo en que no llegarían juntos a ningún sitio. Ella le contaba que su novio había empezado a hablarle fatal, que sabía que era por el estrés, pero que no tenía derecho a ser tan hiriente y que estaba muy triste por las discusiones que habían tenido.

Llegado el día del examen, al llegar a casa de ella, su novio le dijo que ya se había quitado un peso de encima, pero que necesitaba quitarse otro, así que la dejaba pues no era suficiente para él. Ella se quedó alucinada y dolida, pero no pudo evitar sentir que quien había soltado lastre era ella. Él tenía dos hermanos pequeños, por lo que en los últimos meses se había casi mudado por completo al piso de ella para estudiar en silencio. Básicamente la había utilizado de biblioteca privada.

Mientras su novio recogía sus cosas (y la soberbia que se le iba cayendo al andar) ella lo llamó por teléfono y le pidió que fuese a su casa. No fue a propósito que llegase antes de que el exnovio se fuera, pero tampoco hicieron nada por evitarlo. Cuando sonó el timbre de la puerta el novio estaba cargando sus mochilas y bolsas con ropa, entonces él entró, sonrió y la besó sin mediar palabra. Aquel chico, que había intentado humillar a su novia poco antes, negó con la cabeza y salió de allí cargado de orgullo y desprecio.

Hablaron todo el día. Ella estaba triste por haber perdido tanto tiempo con aquel gilipollas. Sabía que lo que había pasado la semana anterior no era correcto, pero entendía que algo dentro de ella sabía que debía buscar una vía de escape.

Ese día durmieron juntos y unos meses más tarde se mudaron a un piso más grande donde comparten su vida hoy en día. ¿El problema? Que de pronto él se ha vuelto celoso, controlador y muy obsesivo.

Ella entendió que, después de todas las experiencias que él había tenido piensa que a la mínima discusión ella se va a buscar a otro, pero quien ha hecho eso es él. Ella solamente había sido infiel esa vez y quería confesarlo cuando su ex la dejó. Realmente no podía basarse en que ella fuese mentirosa ni una infiel habitual. Pero claro, él había bajado la guardia, se había enamorado de verdad, ahora sí quería casarse y formar una familia, entonces todos los miedos habían aparecido para quedarse.

La llama a todas horas, si tarda en salir del trabajo la va a buscar para comprobar que es allí donde está, lo ha pillado varias veces mirándole las conversaciones de WhatsApp… Y ella empieza a cansarse.

Jamás le dio motivos para desconfiar. De hecho, ella compartió con él la conversación surrealista que tuvo con su ex cuando la llamó para disculparse, decirle que había suspendido las oposiciones y que quería volver. Ambos habían reído juntos de cómo ella lo había mandado a la mierda.  Jamás le oculta nada, pero ahora tiene miedo a que malinterprete cualquier cosa y se enfade, de que la agobie tanto que acabe prefiriendo separarse que seguir viviendo con esa tensión.

Lo ha hablado con él y reconoce que se está pasando, pero dice no poder evitarlo. Ella le ha dado la tarjeta de una psicóloga y el verano por delante para relajar su actitud, pero no cree que pueda aguantar mucho más con esa presión y esa sensación de vigilancia constante.

Supongo que cree el ladrón…

Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.

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