Desde pequeña he estado gorda. Es algo que ha formado de parte de mí y que también he sufrido muchas veces por todos los comentarios que he recibido. En mi adolescencia, sobre todo, me sentía muy mal porque todas mis amigas empezaban sus primeros flirteos y relaciones y a mí los chicos que me gustaban no me correspondían y pasaban de tratarme normal a ignorarme completamente. 

Me fui haciendo mayor con la idea de que ningún tío iba a quererme por estar gorda. Me encerraba conmigo misma como en un caparazón para evitarme el sufrimiento de ser rechazada y así me pasé bastantes años. 

A los 26 empecé a encontrarme mal. Me mareaba mucho, tenía la barriga súper hinchada y empecé a perder peso de una forma bastante descontrolada. Mis padres pensaron que era estrés porque estaba terminando el Máster y empecé a tomar relajantes naturales, hacer meditaciones…Pero aquello no mejoraba. Me hicieron pruebas y sacaron que era celíaca, algo que explicaba muchas cosas de los años anteriores en los que los síntomas no eran tan fuertes como entonces pero que también habían estado ahí. 

Esa pérdida de peso no solo trajo que la gente empezara a decirme lo guapísima que estaba, sino que yo misma empecé a sentirme todo lo empoderada y atractiva que no me había sentido antes. Me da pena, porque me he pasado media vida esperando que algo así llegara y ese adelgazamiento no era un motivo de alegría, sino que era por un problema de salud. Nadie debería haberme alabado por adelgazar ni yo tendría que haber estado toda mi vida esperando que mi cuerpo cambiara para ser feliz. Pero lo hice. “Aproveché” ese cambio en mi cuerpo para ir al gimnasio, vestir ropa llamativa, empezar a maquillarme…Y ahora que mi cuerpo ya era el normativo y deseado, empecé a ligar. 

Durante mucho tiempo he tenido relaciones esporádicas y he ligado bastante. Al principio me parecía la hostia, no lo veía injusto por la Vero del pasado que se tiró años escondida y deseando gustarle a un tío porque solo quería disfrutar de ese momento al máximo. El problema ha llegado ahora, a los pies de los 30, cuando quiero una relación estable. Sí, follar está genial, pero también me gusta un plan de futuro, una estabilidad, la confianza de una persona que esté a tu lado…Ahí es donde me he dado cuenta de que he pasado de ser la gorda a la que ningún tío quería, a ser una tía que solo buscan por su físico.

Me he creado una coraza mucho mayor a la que llevaba estando gorda en este nuevo cuerpo. He inventado una Vero en base a una talla y un número en la báscula, interpretando el papel de “tía delgada que está cañón” sin tener ni puta idea de lo que realmente quiero y soy. En vez de conocerme más que nunca, me he dejado llevar por un cuerpo que realmente está vacío, no porque yo no tenga nada que aportar, sino porque me he centrado en hacer llamativo lo de fuera ignorando lo de dentro y no me he permitido sacarlo. Eso no me importa por no gustarle al resto, es que el hecho de saber que no encuentran en mí algo más que un cuerpo me jode sabiendo todo lo bueno que hay en mí y que me he encargado de olvidar. Es como si la Vero delgada no pudiera compartir nada de la Vero gorda porque somos dos personas diferentes. Como si cambiando el cuerpo tuviera una nueva identidad y encima no supiera cómo crearla si no es con estereotipos absurdos.

Este proceso ha sido muy difícil para mí. Hace unos meses decidí pedir ayuda profesional para poder encontrarme entre tanto caos que siento dentro de mí y, aunque despacio, la verdad es que me siento bastante mejor. 

Quería compartirte esto para que sepas que no, un cuerpo determinado no siempre te va a dar la felicidad si no sabes encontrarla primero dentro de ti, en tus virtudes, tus aficiones, tus rutinas o tu gente. Por más que nos lo vendan siempre así. Ojalá te sirva para darte cuenta antes que yo.

 

Anónimo

 

Envía tus testimonios a [email protected]