Nos dimos aquel beso por aburrimiento.

Y desde aquel momento no volvimos a aburrirnos más. Ni a besarnos.

Lo recuerdo bien, sobre todo cuando esta mañana nos hemos cruzado en la estación de tren y me has presentado a tu chica como una amiga de la infancia.

Amiga de la infancia. Soy eso y todo lo que se esconde detrás de esas 4 palabras que han salido de tu boca con esa sonrisa perfecta que siempre te ha acompañado.

Lo recuerdo bien, tu amigo y mi amiga se hicieron novios y, por lo visto, nosotros estábamos condenados a entendernos. Compartíamos muchas tardes en soledad, rutas en bici que terminaban con nosotros dos sentados en cualquier bordillo y hasta veíamos películas en el cine que nunca hubiéramos elegido en cartelera. Todo eran planes de cuatro que terminaban siendo de dos, nosotros, mientras nuestros amigos desaparecían del mundo en sus primeros besos, en ese amor inocente pero clandestino en el que los amigos son necesarios para que los padres no sospechen.

Nosotros no nos gustábamos, ni nos caíamos bien, pero, como estaba visto, terminamos por entendernos y nos hicimos colegas. Colegas en la máxima expresión de la palabra. Tan colegas que cuando aquel amor de nuestros amigos llego a su fin, nosotros sabíamos que queríamos seguir viéndonos, aunque ahora ya no tuviéramos excusa. Colegas de esos que, años después,  quedaban los viernes al salir del instituto para no hacer nada. Colegas que compartieron noches de fiesta y que se chocaban las manos cada vez que se encontraban. Tú no me veías como una chica de esas que tienen rollazo, yo no te veía como el chico guapo que provocaba murmullos al entrar en el bar. Nosotros, nosotros sólo nos veíamos como colegas. Al menos hasta aquel día y aquel beso.

Era uno de esos días en los que quedamos al salir del instituto para ponernos al día, era casi verano y nos resguardamos de una tormenta en el soportal de aquella vieja iglesia. Allí estábamos los dos mientras no paraba de llover, terminando todos los temas de conversación  y batiendo el récord de tiempo que pasamos juntos por mucho. Y es que sí, éramos colegas pero de esos de verse el tiempo justo.

Quizás siempre tuvimos, sin saberlo, miedo a estar más tiempo juntos. Miedo a que ocurriera. Y ocurrió. Nos aburríamos y tú soltaste esa simple frase de hormonas adolescentes. ¿Y sí nos besamos sólo por no aburrirnos? Mis hormonas contestaron por mi y allí estábamos juntando nuestros labios bajo el portal de aquella iglesia y con la lluvia de fondo. Ríete tú de las comedias románticas.

 

Nos besamos por aburrimiento. Bendito aburrimiento que había provocado ese beso y bendito beso que había provocado ese tsunami de sensaciones en mi interior. 

Paró de llover y nos despedimos con dos besos. Como siempre, como si nada hubiera pasado, como si no acabáramos de regalarnos algunos de los besos más sinceros de nuestra vida.

Volvimos a vernos y no volvimos aburrirnos, por lo que no hubo más besos. Aquello quedó en una anécdota que contaríamos años después a los amigos.

Compartimos fiestas que acababan con el amanecer, cervezas en soledad con vistas a la montaña, viajes en coche hacía ninguna parte y una bolsa de patatitas.

Crecimos y siempre echamos la culpa a la vida de vernos menos pero cada vez que coincidíamos, chocábamos las manos y nos reíamos recordando el día del beso. Siempre ocurría. No hubo vez que la vida no nos pusiera enfrente en edad adulta que no saliera a relucir. Unas veces lo sacaba yo, otras tú y otras esos amigos que ya se sabían la historia de memoria. Esos amigos que alguna vez, entre risas, nos dijeron que si se habla tanto de unos besos, es porque se quieren más, pero nunca los escuchamos.

Y hoy te vi, en la estación de tren de nuestra ciudad y escuché a nuestros amigos aunque no estuvieran. Joder, sí que se querían más besos. Y creo que tú también los escuchaste, me lo grito tu sonrisa cuando al irte con tu chica de la mano, te giraste a guiñarme un ojo. Y sí, te vi porque yo también me giré mientras se cerraban las puertas.

Somos amigos de la infancia, y aquellos que un día se besaron por aburrimiento.