Desde pequeñas la sociedad nos ha marcado la vida que tenemos que llevar.

Nos marca unas metas: acaba el instituto con 18, la carrera con 22 o 23, quizá puedas alargarlo un año más para hacer un máster, después trabaja duro, sin descanso para que antes de los 30 tengas una buena posición. Encuentra una pareja, idos a vivir juntos, casaos, tened un hijo, a ser posible no mucho más tarde de los 30 que… ya sabes, a las mujeres se nos pasa el arroz rápido. 

Los 30, ese hito temporal en que tu vida tiene que estar encaminada, como lo hicieron tus padres, y, si no tienes al menos una de las cosas que he dicho antes, es que algo has hecho mal. Los 30, ese número que con 18 te parece tan lejano, y, sin embargo, parpadeas y ya está aquí. 

Pero ¿qué pasa cuando llegas a los 30 y te das cuenta de que ninguna de esas metas va contigo? Incluso habiéndote esforzado durante 10 años por conseguirlo, culpándote cuando algo no ha salido como estaba planeado, y sintiendo el peso del fracaso llegan los 30 y te das cuenta de que quieres cambiar. De que tu cuerpo te pide más aventura que embarazos, más Tinder que hipotecas compartidas, menos sueldazo y más voluntariado, o simplemente parar y volver a empezar. ¿Qué pasa cuando llegas a los 30 y todo lo que creías que tenía que ser te empiezan a parece obligaciones sin sentido? ¿Sabes lo que pasa? Nada. 

Reinventarse después de los 30 es posible, e incluso puede ser el mejor momento. El momento en que mejor te conoces, en el que ya has probado y has comprobado lo que te conviene, lo que te gusta y, lo más importante, lo que no te gusta.

Es un buen momento para cargar la mochila y dejarte llevar. Que hayas estudiado derecho no hace que tengas que ser abogada si no eres feliz, ¡si lo que me gusta a mi es ser profesora!, que dijeras con 20 años, enamoradísima de tu primer novio, que querías ser madre no hace que ahora, con varias malas relaciones a tus espaldas, y una parte de tu vida adulta vivida, lo quieras seguir siendo. 

Empecemos a darle más importancia a la felicidad, a cambiar de opinión, porque la vida no es una línea ascendente, disfrutemos de las subidas y las bajadas.

Nuestra generación no puede basarse en los ideales que se tenían hace tres décadas: nuestros sueldos no nos dan para ahorrar, no tenemos seguridad laboral, entonces, ¿por qué no le buscamos el lado positivo?

Vive, disfruta, experimenta, cambia todo lo que quieras y un poquito más, no escuches a quienes tienen “una vida perfecta” con 29 y tratan de imponértela haciéndote sentir insegura y fracasada por no tener lo mismo que ellos. Porque quizá a ti no te funcione y nunca es tarde para darse cuenta de ello, ni siquiera cuando ya tienes 34.

 

Aitana HellFire