Mi madre no era de anuncio

 

Hoy he leído una de esas frases motivadoras, “Quien tiene a su madre lo tiene todo” y no puedo más que discrepar. Parece que una mujer, en el momento de parir, se convierte en un ser de luz, que dará todo por sus hijos y hará lo que sea por ellos. ESO ES MENTIRA. Una madre es una persona, igual que la que no tiene hijos, la que cuida gatos o la que escala montañas, y  como pasa también entre los hombres, no son iguales. Por poner  un ejemplo mi madre fue una buena madre, hasta que me tuvo a mí, la tercera y única chica.  Siempre tuvo adoración por mis hermanos, sin embargo, conmigo siempre fue diferente, yo buscaba su cariño y aprobación, pero ella no me lo daba.

En primer lugar, ocultó mi embarazo, ni mis hermanos sabían que iban a tener un hermano hasta el día que nací, pese  que me llevan 18 y 10 años respectivamente, a mi hermano mayor tuvo  el valor de decirle que, era por si el embarazo salía mal, pero tenía versiones diferentes según preguntase, que si era para que mi tía, además de madrina, no se sintiese mal por tener sólo un hijo, llegó a decir que era imposible que estuviese embarazada que pensó seriamente si sería un tumor, en vez de un bebé, esto lo contaba sin pudor delante de mí.  

Mis primeros años no fueron muy malos pues, como teníamos un bar era como un juguete para los clientes, que me cogían y me hacían mimos, para mi  padre  fui como una bendición, pues le encantaban los niños. Cuando yo cumplí los tres años, convenció a mi padre de cerrar el bar, pues decía que tenía migrañas y que el humo del tabaco del bar hacía que se le incrementase. Pero esto sin ninguna base médica, lo decía ella y ya está. Lo que no sabíamos en ese momento es  que era bipolar.  Imaginaos  mientras había colegio, al tener una rutina con nosotros, o mas bien con mi hermano, iba estando más o menos bien, pero normalmente entre agosto y septiembre empezaba  la fase depresiva, se metía en cama y pasaba días sin atendernos, sólo teníamos a mi padre, que  dejaba de trabajar esos días para poder atenderla a ella y a nosotros, como buenamente podía.  Desde esos días odio las infusiones de té negro y manzanilla, pues apenas llegaba al fuego y tenía que hacérselas. Sí, sí como lo oís, con cinco años. 

Un día, estando mi cuñada y mi madrina  se jactó que ya tenía quien la cuidara en su vejez, con lo que no me quedó más remedio que decirle que, de eso nada monada que mi meta era estudiar y trabajar, por lo que sería muy complicado que yo la cuidara. mi madrina y cuñada se rieron, como cualquiera ante una opinión tan seria de un niño pequeño, pero la cara de mi madre en ese momento era un poema. En esa época enfermó mi padre, tenía una depresión severa y todo le molestaba, el ruido, las risas, sobre todo, al principio mientras estaba muy medicado. Entonces  ella tomó las riendas del barco y se dedicó a él total y abnegadamente, pero se olvidó que tenía dos hijos pequeños, por poneros un ejemplo, sólo me bañaba y lavaba el pelo una vez a la semana, pues como tengo el pelo rizado le daba mucho trabajo.  Cara a la galería ella era una madre coraje, pero sólo nosotros sabemos lo que hemos pasado. Cuando mi padre mejoró, ella quería seguir teniendo ese protagonismo, y puedo seguir ejerciéndolo pues había enfermado mi madrina.  Mi hermano ya era un adolescente, pero yo sólo era una niña de 9 años, a la que la hizo ser totalmente independiente, tanto fue así que yo misma escogí un vestido de comunión, en el mercadillo, con el dinero que me había dado mi madrina y como me sobraba fui, también sola, a comprarme una cadena de oro. Tras la comunión fui a la peluquera del barrio y le pedí que cortase el pelo, unos tirabuzones que mi madre adoraba, y me lo dejase como un chico, así podía ducharme cuando quisiera.  En ese momento me empecé a comportar como una adulta, seria y responsable. 

Siempre quise  vivir lejos de mi madre, aunque me dolía por mi padre, pues durante todo este tiempo siempre ha sido mi apoyo, mi confidente, el único  que veía las injusticias que mi madre llevaba a cabo, con 22 años acepté un trabajo a 400 km de casa. Ahí fue donde demostré que era diferente a otra gente, que había cosas que mi madre jamás me enseñó, como colocar un armario o comer lentejas, pero a cambio tenía habilidades de personas mucho más adultas, como la responsabilidad, la integridad y el compromiso. Esto llevo mi ascenso en la empresa que, como premio también me dieron un destino más cerca de casa.  El trabajo siempre fue para mí un lugar donde poder demostrar mi valía, de hecho, era mi válvula de escape, tanto que  no descansé más que una semana después de que mi padre muriese  tras pelear con el Alzheimer.  Quedaba ella, a la que cuidé con la ayuda de mi hermano pequeño y mi cuñada, hasta que también falleció, lo que hizo que tuviese grandes dilemas mentales.

Justo antes que eso sucediera, estaba en el hospital a punto de sedarla e hizo lo que más tiempo me ha llevado comprender, me dijo un te quiero tan sincero, que a su muerte la coraza que me sostenía desde pequeña para ser tan fuerte, dura e independiente se rompió, haciéndome llegar al punto de inflexión de mi vida donde me encuentro ahora. Descubrir mi actual yo,  me dejó destrozada como si todos estos años fueran otra cosa, era tal el dolor que llegué a sentir, que tuve que dejar de trabajar.  Me perdí en un montón de cosas, que ahora gracias a la terapia y medicación, estoy aprendiendo a reencontrar. 

 

Clara Meridiana