Hace poco me tocó ir a hablar con mi trabajadora social por un asunto rutinario. Cuando llegué a su despacho me sorprendió ver a otra chica en su lugar. No es que frecuente muy a menudo aquel lugar pero, hace unos años, aquella señora había sido quien nos había ayudado con la discapacidad de mi hijo mayor y todos los trámites y pegas que nos ponían por el camino.

Aquella chica parecía muy puesta al día. Estaba rodeada de carpetas de colores con folios subrayados y preparada para cualquier gestión. Le comenté que la situación familiar había cambiado mucho desde mi última visita y me dijo que mis hijos tenían derecho a muchas más cosas de las que estaban recibiendo, pero que no estaban solicitadas, así que nos pondríamos manos a la obra. Le conté que estábamos en el camino de saber qué le pasaba a mi hijo mediano, que estaba desarrollando características de varios trastornos neurológicos, pero que todavía no sabíamos nada claro. También le conté que mi pequeña llevaba un retraso en su desarrollo bastante importante y que no sabía ya que más hacer, pues para poder atenderlos a los tres y sus citas, no podía conciliar con ningún tipo de puesto de trabajo y, cuantas más necesidades tenían ellos, menos posibilidades económicas teníamos para ayudarlos. Me tranquilizó mucho con sus palabras de comprensión, me pidió unos cuantos documentos y me citó unos días más tarde. Allí se quedó consultando leyes e informes cuando me fui.

A la semana siguiente acudí con mis papeles y mis esperanzas de que aquella persona nos pudiera ayudar… Cual fue mi sorpresa al decirme que era mejor no pedir nada, pues en mi situación de paro prolongado, con un niño dependiente, si pedía algo para los demás podía parecer que yo lo que quería era vivir de las pagas de mis hijos.

Que no era que ella lo pensase, pero que así lo vería la administración y que era mejor no arriesgarse. Yo le conté cuanto dinero dejamos en terapias para ellos y que, aun dándonos todo lo que ella me había informado en un principio que tenía derecho, no llegaríamos siquiera a pagarlas todas. Es decir, que no cubriría siquiera lo que gastan ellos solamente en terapias. A mayores lo que gasta cualquier niño de su edad… ¿Qué podían deducir que me quedaría yo entonces de aquel dinero? ¿Cómo era posible que realmente alguien piense algo así de una familia que hace todo lo que está en su mano para salir adelante? Finalmente accedió a hacer uno solo de los trámites, refunfuñando porque seguro que  no me concederían nada…

Un trámite que se hace en una mañana, tardó 3 semanas en terminar de cubrir los papeles y tramitarlos. Cuando conseguí que me atendiese y me diese ya una fecha para entregar la documentación que ella debía redactar, me dijo que lo dejaría listo esa mañana, pero que la titular de la plaza volvería al día siguiente de su baja y que lo terminaría ella. Yo os juro que respiré hondo, aliviada.

Al día siguiente fui allí y, cuando mi trabajadora social leyó el informe (mal redactado, con casillas marcadas erróneamente y solicitando cosas contradictorias entre sí en el mismo documento) me miró y me preguntó qué pasaba. Le conté la situación desde el principio…

La cara de aquella señora fue un poema. Teníamos que haber solicitado muchas más cosas desde un principio. La administración sabe que hay que pedir de más para que te den lo justo, así que la función de ella es saber a qué tienes derecho y solicitarlo todo. Creyó que había sido cosa mía no querer solicitar nada más, como hacía tanto que no pasaba por allí (por lo que no me había beneficiado de derechos que yo tenía con respecto a la situación de mi hijo mayor, por desconocimiento), creyó que no quería formalizar la situación de los niños.

A mi me da igual la etiqueta legal que necesite ponerles para que puedan disfrutar de los derechos que tienen en su situación. Los apoyos en el cole que les corresponden, las terapias que necesitan… Entonces le conté lo que me había dicho su sustituta y casi le da algo. ¿Cómo una persona en su puesto se atrevía a hacer un juicio de valor así? Ellas estaban allí para protegernos y acompañarnos, no para juzgarnos y echarnos para atrás.

Me pareció muy duro ver cómo se me juzgaba como madre y como ciudadana aprovechada por simplemente intentar darles una vida digna a mis niños.

 

 

Escrito por Luna Purple, basado en la historia real de una seguidora.

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