El otro día me borré Twitter porque me dio pereza máxima y absoluta leer a señoros indignados con el feminismo. No es que yo siga a una horda de machistas, pero al final la gente retuitea para criticar y me toca comerme comentarios ofensivos que me dan ganas de vomitar. Hoy concretamente vengo a hablar de uno en concreto.

Os pongo en situación. Todo surge a raíz de un tweet de una chica en el que habla de la importancia del consentimiento en las relaciones sexuales. Explica que muchas veces una persona no dice “no” explícitamente, o bien porque está borracha/drogada, o bien porque tiene miedo de que la otra persona se ofenda. Las respuestas no se hicieron esperar:

– Feminazi.

– Es que yo no sé lo que piensan las mujeres.

– Al final tendremos que firmar un contrato para echar un polvo.

‘AMOS A VER, QUERIDO… ¿Tú eres tonto? Sin faltar, eh, pero es que alguna explicación tiene que tener. Igual te caíste de pequeño de la cuna o a lo mejor te dieron un balonazo jugando al fútbol y te quedaste a medio hacer. Si no, no se explica.

En primer lugar, viendo tu pinta de troglodita intuyo que no echas un polvo desde 1995. De todos modos no nos vamos a centrar en tu triste vida amorosa ni tampoco en la fea costumbre de culpar al feminismo de tus fracasos sentimentales.

Si a ti te parece que esta situación de abusos sobre las mujeres se solucionaría firmando un contrato es que eres más lento que el tren Madrid-Extremadura. En primer lugar, porque las personas cambiamos de opinión. A lo mejor te digo claramente que quiero follar contigo pero de repente me entran ganas de cagar o me siento superincómoda en la cama y quiero parar. Si en ese momento te digo “para” o pongo mala cara y tú sigues, es que eres una mierda de persona.

En segundo lugar, el consentimiento muchas veces va de la mano del placer. Si tú te estás acostando con una tía y consiente, se nota que disfruta. Participa, gime, te agarra, sonríe, etc. En cambio, si está incómoda también se nota: no se mueve, está tensa, no gime, no te mira, no sonría. Si no eres capaz de pillar las diferencias y necesitas un “sí” explícito para entender cuando hay consentimiento y cuando no, tienes un grave problemón.

En tercer y último lugar no me hables de denuncias falsas, por favor te lo pido. Que sí, que el primo de tu amigo es guardia civil y ve todos los días un montón de denuncias falsas en el trabajo. Okey. Y a tu colega del instituto le denunció una mujer sin motivo solo para arruinarle la vida. Claro que sí. ¿Te cuento cuántas mujeres hemos sufrido acoso volviendo a casa? ¿Cuántas hemos tenido miedo al entrar en el portal? ¿Cuántas hemos sido víctima de maltrato psicológico o físico por parte de nuestras parejas?

Si todas las mujeres víctimas de violencia de género en cualquiera de sus formas denunciase (porque sólo denuncian una pequeña parte, recuérdalo), te cagarías los calzoncillos con las estadísticas. Y aun así, los datos son claros: los porcentajes de denuncias falsas son mínimos.

Tú y tus argumentos machistas me dais vergüenza, pereza y asco. Por eso te pido un favor: no traigas descendencia al mundo.

Con amor, una feminista.