Llevo muchos años escribiendo y borrando esta carta. Sé que si la escribiese en mis redes sociales os acabaría llegando pues nuestra ciudad no es muy grande y al final estamos todos conectados, pero no sé por qué no me decido a hacerlo.

Me arruinasteis la vida. Así, para empezar. Eráis unas chicas aparentemente normales, simpáticas y alguna de vosotras bastante buena estudiante. Y, aún no sé muy bien por qué, decidisteis ir a por mí.

Han pasado más de veinte años y solo puedo recordar como desencadenante que me presentaran a un chico que le gustaba a una de vosotras. Pero ya, no hice nada con ese chico ni nada. Y ahí empezó todo.

Empezasteis a decir a todo el mundo que yo era una guarra, una puta. A esas alturas, con 14 años, yo solo había tenido un primer beso y nada más. Así de guarra era.

Uno de los recuerdos más dolorosos del instituto os lo debo a vosotras. Recuerdo que hicimos una fiesta de fin de curso y mientras bailaba con mis compañeras en el escenario, os dedicasteis a corear desde vuestros asientos que yo era una guarra. Recuerdo como, poco a poco, muchos de los alumnos se os fueron uniendo, me conocieran o no y al final, había un montón de gente coreando mi nombre acompañado de “puta”.

Es curioso que mi cerebro haya querido olvidar lo que pasó después, cuando muchos otros alumnos hicieron piña a mi alrededor mientras yo lloraba y gritaban que era genial, que era maravillosa, que era guapa y otras cosas así. De esto casi no me acuerdo porque la humillación me destrozó e hizo mella en mí para siempre.

Durante los últimos veinte años he pensado bastante en vosotras, ¿cómo seréis? ¿Seréis buenas personas? ¿Qué pensaréis del abuso en los colegios? ¿Tendréis hijos? ¿Hijas? ¿Seréis buenas con ellos? Sobre todo ahora que soy madre y veo a mi hija y recuerdo todo lo que me hicisteis y me embarga el pánico pensando que ella pueda pasar por algo así.

Erais malas y crueles. Y vuestra maldad y crueldad solo fueron creciendo conforme cumplíais años.

¿Recordáis lo que hicisteis cuando visteis que dejaba de venirme abajo con vuestros insultos? Inventasteis un insulto usando mi nombre. Con él designabais a una persona que estaba empanada y que era imbécil y no se enteraba de lo que pasaba a su alrededor.

Fui capaz de ignoraros un tiempo y vosotras lo usasteis también en mi contra. Lo que no sabíais entonces (o al menos eso espero), es que mientras me hacíais la vida imposible en el instituto, en casa también me la hacían con maltrato físico y psicológico, una casa en la que me tenían viviendo entre basura, con cortes de luz constantes, sin ropa de mi talla, comiendo a veces de la basura y viviendo desahucio tras desahucio. Mi casa no era un sitio seguro, el instituto tampoco. Mi vida era un infierno.

Intenté varias veces quitarme la vida, pero nunca lo conseguí. Aquello nunca trascendió y, hoy, mirándolo veinte años después, no sé si habría servido para que me dejarais en paz o habría sido peor.

No sé si esta carta os llegará, a lo mejor os llega y no os acordáis, a lo mejor no os dais por aludidas. Pero tengo la esperanza de que la lea alguien que sí lo haga. Y que se arrepienta y que no pueda dormir por las noches y que sienta en el alma todo lo que hizo un día.

Yo ni os olvido ni os perdono. No habría nada que me hiciera poder perdonaros todo lo que me hicisteis pasar. Lo único que deseo para con vosotras, es que tengáis hijas que sean felices y que nunca coincidan con nadie que las trate como vosotras me tratasteis a mí.

La de siempre.