Querido ¿?

La verdad es que no sé qué nombre ponerte. Porque no es tu nombre, es todo lo que tú representas. No eres Pablo, o Javi, o Mario. Eres tú, en esencia. 

Sé que ha pasado un tiempo ya sin saber el uno del otro, y quizás sea porque yo puse punto y final a lo nuestro. Pero hoy quiero que leas esto, por todas las veces que no me atreví a decírtelo. 

Fue bonito mientras duró. Contigo viví intensamente cada momento, porque cuando estabas junto a mí, el universo giraba a nuestro alrededor y lo demás dejaba de importar. 

Me dijiste algunas de las cosas más bonitas que me dirán nunca, pero también me destrozaste cuando dijiste, en aquella estación de tren, “no te pienses que voy a luchar por ti”. 

Eso es lo único que yo quiero, alguien lo suficientemente valiente y loco que apueste por mí. Que se marque un all in. Yo lo que quiero es salir con un valiente.

chica corazón roto

Puedo perdonarte todo, porque eso queda en el pasado, pero lo que no puedo perdonar es que me hicieras creer que no valgo nada. Que no soy suficiente. Que solo fui un pasatiempo. 

Nosotros éramos importantes. Yo luché por hacer realidad lo que soñábamos en las noches de verano. Yo quise cumplir los planes que inventábamos tomando una cerveza en cualquier bar. 

Podrás culparme de muchas cosas, pero nunca de no intentar que funcionara. Quizás lo intenté de la manera incorrecta, pero no supe hacerlo mejor. 

Dicen que el tiempo altera la realidad que vivimos, y quizás sea por eso que recuerdo todo lo bueno con mucha intensidad, y lo malo se ha empezado a desvanecer de mi mente. 

Recuerdo la tarde en la que me miraste diferente por primera vez, y ninguno de los dos niños que éramos supo que esa mirada cambiaría todo. Nos enamoramos como adolescentes y nos quisimos como jóvenes. Pero no supimos hacerlo bien. 

Recuerdo las historias que me contabas con un cielo estrellado de fondo y meciéndonos con las olas del mar. Pero esas historias se olvidaron con la llegada del invierno. 

Recuerdo cuando, intentando descubrir qué era lo que sentías, pusiste mi mano en tu corazón y me preguntaste “¿ves lo que me haces sentir? No me ha pasado con nadie más.” Te creí, porque estaba completamente enamorada de ti. 

Recuerdo tu sonrisa traviesa antes de cogerme de la mano y salir del garito donde bailábamos buscando algo de intimidad. Me decías que te volvía loco, y que eso te encantaba. 

Recuerdo las mañanas en las que me despertabas con besos y caricias en la espalda, con un café recién hecho y deseándome un buen día antes de irte a trabajar. Para mí, que odio madrugar, hiciste que todas las mañanas fueran de sol. 

 

Y después solo me dejaste con un lunes gris. 

 

Tomabas distancia y desaparecías del mapa. Porque no querías nada serio, que estabas bien con eso que teníamos, esporádico, efímero. 

No quería creerte, porque cuando me mirabas veía en tus ojos que lo nuestro era especial. Pensé que yo sería la chica por la que te convertirías en el hombre que querías llegar a ser. 

Salías huyendo, me dejabas lamiéndome las heridas y curándome con lágrimas que saben a desilusión. Porque de nuevo, yo no era suficiente. Porque de nuevo, tú, como otros antes de ti, no quisiste apostar por mí. 

Los demonios que se esconden bajo mi cama volvían a aparecer para susurrarme en sueños que nunca encontraría a un valiente, que nadie iba a luchar por mí. Que yo no valgo nada. Nada más que pasar un buen rato. 

Que solo era una más. Cuando tú fuiste mi mundo. 

Me enfadé mucho contigo, conmigo, con Disney y con las historias románticas que describen en libros y películas. 

Contigo por tratarme como si no valiese nada, por hacerme creer que nunca seré suficiente, por llenarme la cabeza de palabras bonitas y devolverme una realidad sumida en el caos. 

Conmigo por creerte, por permitirme correr el riesgo cuando mi instinto me gritaba que no eras real. Por haber sido una tonta, ilusa. Me odio a mí misma por haberme vendado los ojos con tus sonrisas y tus palabras, que luego resultaron ser humo. 

Con Disney por alimentar mi infancia con cuentos de princesas que esperan a que el príncipe azul las rescate. Yo no necesito que nadie venga a rescatarme, yo quiero alguien que se apunte a la aventura.

Con las historias románticas por hacerme creer que eso puede llegar a pasarme a mí, cuando todos deberíamos saber que solo pasa en las películas y los libros. 

No debí confiar en ti, debí hacer caso a mi instinto. No me merecía el trato que me diste, y tú, sin duda, no mereces mi pena. 

Después de tantos como tú ya no quiero más juegos. Que no quiero ser sólo el lado caliente de la cama y alguien a quien abrazar algún que otro domingo por la mañana. 

 

Te diste cuenta de que conmigo la sonrisa te salía fácil, y puede que eso te asustase, porque viste que podías tener algo bueno. 

 

No te imaginas cuánto has perdido. 

Porque soy mucho más de lo que tú has querido hacerme creer. 

 

Madrid, lunes 25 de noviembre de 2019. 

La Coleccionista de Soles.