RECHAZAR

Del fr. ant. rechacier, der. de chacier, del m. or. que cazar.

  1. tr. Forzar a algo o a alguien a que retroceda.
  2. tr. Resistir al enemigo, obligándolo a retroceder.
  3. tr. Contradecir lo que alguien expresa o no admitir lo que propone u ofrece.
  4. tr. Denegar algo que se pide.
  5. tr. Mostrar oposición o desprecio a una persona, grupo, comunidad, etc.
  6. tr. Med. Producir o experimentar rechazo (‖ inmunológico).

He apelado a la R.A.E. porque estaba buscando una buena definición de rechazo y, será porque he recibido unos cuantos a lo largo mi existencia, que no soy capaz de definirlo sin palabras que evoquen dolor y sin recurrir a alguna palabrota.

Y es que todos hemos sido rechazados, de una u otra forma.

En ocasiones no nos afecta, en otras nos deja tocadillos y, en otras, el rechazo nos abre por dentro y nos deja completamente del revés.

En cualquier caso, que te rechacen no es agradable.

Ya sabéis que las Loversizers creemos que las penas, compartidas, son menos penas. Así que vamos a dejaros por aquí los testimonios de cinco lectoras que nos han contado cuál fue el peor rechazo de sus vidas y por qué:

 

  • LAURA. No sé cómo ni cuándo me enamoré de mi mejor amigo desde la escuela infantil. Estábamos en 1º de bachillerato y a mí me dolía el pecho cuando estaba con él. Y nos pasábamos el día juntos, ya fuera en clase, en nuestras casas o por ahí con los colegas. Me costó meses decidirme a abrir mi corazón y contarle lo que sentía. Su rechazo fue duro por partida doble. Primero porque el chico del que estaba enamorada me decía que él no lo estaba de mí. Segundo porque fue muy cruel. Él no se limitó a decirme que no sentía lo mismo por mí, sino que se rio en mi cara. Me dijo entre risas que si conociéndole de toda la vida como le conocía, no me parecía obvio que yo no era su tipo ni lo iba a ser nunca. Que si no veía que era la antítesis de las chicas con las que salía. Y luego añadió que sería mejor que nos distanciásemos un poco hasta que se me pasara la tontería. Jamás volvimos a recuperar la amistad y, aunque han pasado muchos años, aún me duele.
  • MÓNICA. El peor rechazo de mi vida me ocurrió con una chica de la que estuve muy, pero que muy pillada y durante muchísimo tiempo. Estaba casi segura de que era lesbiana, pero que ni ella misma lo sabía. No sé por qué, lo intuía, me lo decía el cuerpo. El caso era que, lesbiana o no, ella tenía novio, por lo que no había opción para mí de ninguna manera. Pero un día rompieron y ella estaba jodida, aunque no tanto como quizá debiera estar. Quedamos para charlar sobre el tema y tratar de animarla un poco y casi me quedo en el sitio cuando me dijo que le había dejado ella a él porque se había dado cuenta de que le gustaban las mujeres y que se había enamorado de una. Parecía evidente que medio se me estaba declarando, ¿no? A mí sí. Así que me lancé a la piscina y le planté un beso. Un beso que no fue correspondido. Se apartó de mí lentamente y me pidió disculpas si no se había explicado bien. Por lo visto se había prendado de una compañera de la facultad. Y, por si me daba por quedarme con alguna esperanza, me comentó también que no era capaz de verme como pareja, ya que era demasiado masculina y a ella le atraían otro tipo de chicas. Además de rechazarme me minó la autoestima. Una maravilla.

 

  • ÉRIKA. Yo fui una niña muy normal y al crecer me convertí en una chica muy normal también. No llamaba la atención por guapa, pero tampoco por fea, de modo que, aunque podía querer cambiar alguna cosilla, en general estaba a gusto con el cuerpo que me había tocado. A los dieciséis años empecé a salir con un chico y decidí que quería que mi primera vez fuera con él. Aproveché un fin de semana que mis padres se iban de viaje y monté un escenario de película con sus velas y música y todo. Al principio muy bien, nos enrollamos en el sofá un rato y sin más. Pero cuando me lo llevé al cuarto, y nos empezamos a quitar ropa, empecé a notarlo raro. Como tenso. Al cabo de un rato de hacer más de lo mismo sin ver atisbo de ir al turrón, me di cuenta de que se le había bajado. Intenté que recuperara la erección, pero de pronto él se levantó y empezó a vestirse. Le pregunté qué ocurría y me contestó que lo sentía, que engañaba mucho vestida y que mi cuerpo desnudo no le ponía nada. Me soltó semejante pedazo de perla y se marchó. Y yo tardé años en quitarme el complejo que él solito me creó.
Foto de Liza Summer en Pexels
  • ELÍSABET. Pues el peor rechazo de mi vida no provino de un chico. Bueno, sí de un hombre, pero no uno en el que tuviese un interés romántico. Yo me había presentado al proceso de selección de personal de una empresa multinacional que iba a abrir una delegación en mi ciudad. Me presenté con toda mi ilusión porque el proyecto me parecía muy interesante y fui pasando sin problemas las diferentes fases. Finalmente me llamaron de recursos humanos y me dijeron que el director de zona tenía los cinco últimos currículos y que yo estaba entre ellos. Nos llamaría a todos para hacer una última ronda de entrevistas y seleccionaría a dos que vería personalmente. Cuando me llamó estuvimos unos buenos quince minutos comentado mi experiencia anterior y esas cosas. Antes de colgar me dijo que le había causado muy buena impresión y que quería verme en persona. Pues bien, el día de la entrevista llegué puntual, una secretaria me dijo que esperase un momento y, al poco, me acompañó al despacho del director. Lo supe en cuanto entré porque no se me escapó la mirada chunga y el rápido repaso que me hizo de arriba abajo. Me dijo que me sentara y, lo que por teléfono fue todo ‘tienes un currículo ideal para lo que buscamos’ y ‘encajas perfectamente en el puesto’, pasó a ser ‘gracias por venir, ya te llamaremos’ con el que me despachó en un par de minutos. Aquel tipo asqueroso me había descartado para un puesto de oficina por mi físico, y me afectó mucho más de lo que quisiera reconocer.

 

  • LIDIA. Conocí a Loreto al poco de mudarme con mis padres al pueblo donde vivían mis abuelos. Fue la primera amiga que hice allí y la chiquilla con la que más tiempo pasé los primeros meses desde la mudanza. Poco a poco fui conociendo a otros chavales y ampliando mi círculo de amistades, con Loreto en él. Hice muy buenas migas con un grupito de chicos que se pasaban el día pateando un balón o encerrados en el garaje de uno jugando a la consola. Y yo empecé a estar mucho con ellos porque me encantaba el fútbol, tanto en las canchas como en el Pro Evolution Soccer. Un día estaba jugando con los chavales a tirar penaltis en la pista cuando mi amiga Loreto pasó por delante. La llamé para que se acercara, pero parecía no escucharme, así que salí del recinto, corrí tras ella y la volví a llamar. Entonces se paró, me miró muy seria y me dijo (cero afectada): ‘Mira, no puedo andar contigo. No me deja mi madre’. Cuando le pedí explicaciones me dijo que su madre le había prohibido ser mi amiga porque me había visto jugando con los chicos y que una niña que se pasaba el día por ahí, o metida dentro de un garaje con tantos chicos, no podía ser trigo limpio ni ninguna buena influencia para su hija. Y Loreto no me había defendido, no le había dicho a su madre que simplemente éramos todos amigos y que no hacíamos más que jugar. Teníamos trece años y yo, además de al fútbol, aún jugaba con muñecas. Sin embargo, la ‘dulce e inocente’ Loreto se había enrollado con tres de mis amigos. Pero, claro, eso su madre no lo sabía. Nunca pude entender los motivos de la madre, ni la sumisión y la traición para conmigo de la hija.

  

¿Habéis sufrido rechazos similares?

¿Os apetece contárnoslos?

 

Imagen destacada de Anete Lusina en Pexels